martes, 9 de diciembre de 2014

Entrevista a Penélope



ENTREVISTA X
PAULA- Vaya, vaya, vaya reencuentro con tu primo. Me lo estoy imaginando y me parece realmente apasionante.
PENÉLOPE- ¿Lo envidias?
PAULA- Claro que te envidio.
PENÉLOPE- Entonces entiendes que mientras caminaba a casa de mi abuela sintiera que se me iba a salir el corazón. Me flotaban los pies y me recorría el pecho un alborozo, me sentía tan dichosa, que me entraron unas ganas como nunca de besar a alguien. Mi abuela se sorprendió cuando al decirme desde el porche, “vamos Pe, que se nos enfría la comida”, corrí hacia ella, me colgué de su cuello y le estampé en la cara dos apasionados besos.
“Ay chiquilla, que cariñosa estás. Me gusta verte tan feliz. ¿Te lo has pasado bien con tu prima Montse”.
“Muy bien abuela”, le dije, y nos sentamos a comer, aunque se me había formado tal nudo en el estómago que apenas pude tragar bocado.
“Come hija”, me decía la abuela. “Con lo poco que comes no me extraña que estés tan delgada y además con el estirón que has dado estos últimos meses, necesitas comer mucho, ya eres tan alta como mamá”.
“Le saco dos dedos, abu, nos medimos un día antes de venir”. Me encantaba que mi abuela también me viese una chica mayor.
“Pues cuanto más, diablillo. Anda, come. Si no te gusta el arroz te preparo otra cosa”.
PAULA- ¿No te gusta el arroz?
PENÉLOPE- Me encanta el arroz.
PAULA- ¿Por qué reprimes tanto esta historia, Pe? Me parece realmente bonita. En cuanto a tu primo, si no fuera un poco granuja, como lo llamaba tu abuela, tampoco hubiese llegado ni a decirte “bonitos ojos” y hoy no podrías presumir de una experiencia que ya quisiéramos muchas.
PENÉLOPE- Rafa no solo era granuja.
PAULA- ¿Acaso lo consideras un cabronazo?
PENÉLOPE- Me conformo con definirlo como gamberro. Y si quieres, un embaucador. Se metía en peleas con otros chicos pero incluso los que recibían las mayores palizas lo admiraban y hoy son amigos suyos. En cuanto a las chicas, le gustaban en exceso (creo que le siguen gustando), jovencitas y bastante mayores que él.
PAULA- Como a quien yo me sé.
PENÉLOPE- A mí no me gustan las chicas mayores que yo.
PAULA- Sabes a qué me refiero, no seas pilla.
PENÉLOPE- Lo curioso es – puede que te extrañe- que en cuanto más me enteraba de lo golfo que era más me apetecía que saliéramos juntos.
PAULA- No me extraña. Eso nos ha sucedido a muchas.
PENÉLOPE- Ah ¿sí? Esa confesión la archivo, tienes que contarme.
PAULA- Te prometo que si no te cansas de mí también te contaré algunas anécdotas de mis relaciones “amorosas”. Aunque no esperes que sean tan apasionantes como las tuyas.
PENÉLOPE- No sé yo.
PAULA- Lo que queda claro es que gozaste de un buen maestro porque, por lo que cuentas, experiencia no le faltaba.
PENÉLOPE- Oh, no, nada de nada. Y no creas que resulta fácil en un pueblo ese estilo de vida. Que se enrollara con novias de otros, pase. Pero es que el muy golfo no se conformaba con las solteras. Y no me digas, Paula, que yo también me he acostado con casados. A mí siempre me buscaron ellos.
Me limito a sonreír mientras espera mi respuesta.
PENÉLOPE- Al mes y pico, cuando ya apenas nos separábamos un minuto, me contó Montse que el marido de Blanca -una vecina suya que tenía un niño de tres años- no solo lo amenazó sino que una noche cuando salía del bar intentó atropellarlo con su automóvil porque todos rumoreaban que se estaba acostando con ella. Recuerdo que yo no la quise creer.
PAULA- ¿Y eso?
PENÉLOPE- Pensaba que Montse me lo decía con intenciones de que me alejara de su hermano. No sabía, la muy tonta, que esa fama de mujeriego que le estaban creando lo convertía en más deseable aún. Y no solo para su prima favorita, pues fui testigo -con considerable disgusto como puedes imaginar- de cómo lo buscaban otras, incluso hermanas de novias con las que estuviera saliendo.
PAULA- Pues yo opino, Pe, que eso solo se explica, aunque hoy muestres ciertos reparos, porque tu primo os ofrecía cosas que no encontrabais en otros chicos.
PENÉLOPE- Anda, claro.
PAULA- No me refiero a lo que piensas. Hablo de valores. No creo que solo lo desearais por lo bueno que estaba.
PENÉLOPE- Todas considerábamos que sí que estaba muy bueno -y lo sabía-, pero tampoco es que fuese un adonis como alguno que he conocido después. ¿Otras cualidades suyas que gustaban? Resultaba divertido, simpático y reconozco que es muy sociable. Habla con todo el mundo y no se corta por nada ni con nadie, ni mujeres ni hombres. Bueno, y cuando quería también era muy cariñoso.
PAULA- Ves como le van saliendo virtudes que todas desearíamos en nuestro hombre ideal.
PENÉLOPE- ¿Virtudes? Me sorprende esa palabra en tu boca. No, si al fin me convencerás de que mi primo Rafa es un “modelo” y que me olvide de su faceta de golfo.
PAULA- Sospecho que has primado sus aspectos canallas en tu valoración. No tengo muy claro aún si para no colgarte más de él o porque en algunos momentos te culpabas de esa relación y deseabas castigarte.
PENÉLOPE- ¿Oye, de las dos, tú eres la que estudió periodismo o psicología?
PAULA- Perdona, pero es que en ciertos temas, cariño, pareces un libro abierto. Y aunque no me lo preguntes me tomaré la licencia de decirte que tu primo Rafa me parece -al menos en aquella época- un tipo diez. Al menos yo le concedería un diez, o como mínimo un nueve. Si lo hubiera conocido da por seguro que también yo me lo hubiese ligado. Por cierto, ¿cumplió con su cita para el día siguiente?
...


No hay comentarios:

Publicar un comentario