miércoles, 10 de diciembre de 2014


ENTREVISTA XI
PENÉLOPE- Vaya, ¿tú qué crees?
Sonreímos como bobas.
PAULA- ¿Te das cuenta?, además de apasionado, cumplidor, lo que en los tiempos que corren sabes que no resulta frecuente. Y seguro que puntual.
PENÉLOPE- Si adelantarse media hora es puntual, a las diez y media ya lo tenía en la cocina charlando amigablemente con la abuela. Aún me estaba lavando la cara en el baño porque no contaba con que iba a presentarse tan pronto. Muy sexy con una camiseta ajustada de un equipo de baloncesto -creo que los Celtics de Boston- y un vaquero cortado a la altura de las rodillas. Yo, como le había gustado mucho, volví a ponerme el vestido del día antes, por cierto, a rayas verticales blancas y azules que me hacían aún más delgada. El pelo de mi larga melena lo recogí en una cola.

“Buenas días, Pe”, dijo cuando me vio, disimulando a ojos de la abuela el motivo de su visita, “¿qué tal ha dormido la princesita su primera noche en el pueblo?”.
“Genial, abu me deja la habitación en la que no pega el sol en todo el día y se duerme muy fresco”.
“A pata suelta”.
“Patas tienen los animales”
“¿Tú qué tienes?”
“Anda déjame, que acabo de levantarme”.
“Pe tiene piernas como las personas, y muy bonitas”, intervino la abuela. “Vamos, cariño, que ya te he puesto el desayuno en la mesa”.
>>Rafa decide dirigir hacia ella la conversación, camelándola como de costumbre y empeñado en que no sospeche el motivo de su visita.
>>A mí, en cambio, entre los nervios que me entraron viéndolo allí esperándome y la prisa por irnos lo antes posible, se me cerró de tal manera el estómago que después de dos sorbos a la leche ya no era capaz de meter ni otra gota.
“No tengo apetito, abu, ya no puedo más”.
“Pe, chiquilla, por favor, ya ayer apenas comiste. Me duele verte ahí, pero mientras no termines la leche no sales”.
>>Y al oírle esas peligrosas palabras intervino el muy pillo:
“No se preocupe abuela, me encargo yo de que acabe este desayuno”.
>>Se sentó a mi lado dispuesto a convencerme, tomando incluso la cuchara en su propia mano y diciendo en voz alta:
“Si lo acabas pronto te llevo a dar una vuelta en la bici por el pueblo”.
>>Y mientras me acercaba la leche a la boca como a una niña pequeña nuestras piernas se rozaron a la altura de las pantorrillas y yo procuré mantener el contacto rozándolo suavemente y convencida de que no se enteraba, ¡seré payasa!

PAULA- A veces conviene que seamos payasas.
“Vaya manía que les ha entrado a las chiquillas de hoy por mantenerse como palillos”, comentó la abuela que en ese momento salía a tender en la pradera de delante de casa una blusa que había estado lavando. Cuando cruzó la puerta, pellizqué a Rafa:
“No seas mala o voy a tener que ponerte un castigo”.
“Eres un asqueroso”, le dije yo. “Te voy a odiar”.
“¿Qué pretendías, quedarte toda la mañana en la cocina contemplando tu maldito desayuno”.

>>Y me besó en la mejilla como si se tratara de un premio, a la vez que me ceñía por la cintura. El calor que ya me abrasaba abajo ascendió a cuello y cara. Terminé la leche y unas cuatro galletas en menos de cinco minutos. Cuando regresó la abuela le comentó muy satisfecha a Rafa:
“Gracias hijo, voy a tener que invitarte todos los días que vengas a comer, porque a mí no me hace ni caso”.
“No se preocupe, este verano me encargo yo de que coma”.
>>Sin soltarme de la cintura el muy fresco y, aprovechando que se la tapaba la mesa, alargó la mano hasta alcanzarme la zona del vientre. Me puso roja como un tomate, mientras le decía a la abuela, sin dejar de acariciarme y provocarme unas cosquillas que a punto estuve de chillar:
“Bueno, como se ha portado bien me la llevo a ver si los aires del pueblo le abren algo este apetito de pollita que tiene”.

>>Y se enzarzaron ambos en una animada conversación en la que yo era su único tema.
“A ver, a ver, hijo. Pero que no se te despiste. Cuídala. Y si vais con algunos de esos amigotes tuyos que según me dicen también son un poco granujas, ya sabes, Pe es muy bonita pero algo inocente y a los golfillos les atraen las chicas así”.
“No se preocupe, abuela, no voy a perderla de vista un minuto. Y descuide, que estando conmigo nadie va a ponerle una mano encima”.
“Es que aunque parezca una mocita al fin y al cabo no deja de ser una niña”.
“Tampoco piense que es tan cría. Las cosas ya no son como en su época. Hoy la mayoría de las chicas de la edad de Penélope salen con novios y ahora los novios no esperan a la noche de bodas para conocerse. Ya me entiende a lo que refiero cuando digo conocerse”.
“Anda, anda, que tú ya sabemos que también eres un poco granuja. Compadezco a esas chiquillas que andan contigo. Menos mal que con tus primas eres un cielo”.
...



No hay comentarios:

Publicar un comentario