jueves, 11 de diciembre de 2014

ENTREVISTA XII
Me daba cuenta de que evocando aquellos tiempos de la infancia y, sobre todo a su primo, a la excitadísima Pe se le soltaba la lengua e incluso elevaba el tono de voz como si un vivo entusiasmo se apoderase de sus neuronas y su ánimo. Para proporcionarle un pequeño respiro decido intervenir.
PAULA- Y ¿tú qué sentías mientras se desarrollaba esa escena tan curiosa hablando de ti y de los cuidados que se le encomendaban a tu primo como si no estuvieras o fueses una indefensa criatura?
PENÉLOPE- No pensaba decírtelo, pero me puse tan caliente que cuando nos levantamos para marchar tuve que pedirle a Rafa que me esperase e ir al dormitorio a cambiarme de bragas porque se me habían empapado.
PAULA- Te comprendo, no pienses que no.
PENÉLOPE- Uy, por Dios, se me ha hecho tardísimo- comenta comprobando la hora en el móvil.
PAULA- Si te parece lo podemos dejar para mañana.
PENÉLOPE- Sí, mejor. He quedado con Alex. Hoy se cumple un mes desde que estamos juntos y quiere invitarme a cenar.
PAULA- Enhorabuena.
Nos acompañamos un tramo de acera. Hasta que nuestras respectivas direcciones se separan. Nos damos dos besos y quedamos para el día siguiente a las once, considerando que puede que no le apetezca madrugar.
PAULA- Una hora fetiche -le digo al darme cuenta de la historia con su primo que acaba de contarme- ¿Mágica?
Me pellizca un moflete y me comenta:
PENÉLOPE- Veo que ahora la traviesa eres tú.

A las once menos unos minutos suena mi móvil.
PENÉLOPE- Perdona, guapísima -me dice- acabo de despertarme, aún me encuentro en la cama. ¿Te importa que nos veamos después de comer?
PAULA- Si no hay otro remedio...
PENÉLOPE- Alex anda muy atareado con su novela (por cierto tenemos que quedar una noche -mi chico es de hábitos nocturnos como los murciélagos- para tomar algo y presentaros). Y para que no me guardes rencor te diré que los próximos días dispongo de mañana y tarde libres para nosotras.
Veo que desea compensarme por la faena de hoy y le respondo:
PAULA- Me vendría de perlas para ir avanzando porque aunque me proporcionas abundante material, con pasarlo al ordenador, las correcciones e imprimirle un ritmo y una estructura que no ofrezca de nosotras una imagen de bobas o que nos vamos por las ramas, considero que llevo un cierto retraso para lo que le gustaría a mi editora, así que, si puedes, por mí, encantada.
Estoy encantada. Incluso dudo si no más encantada de lo que corresponde a que me dedique su tiempo y me entregue sus apasionantes historias.
PENÉLOPE- Y disculpa -me dice, con una voz que todavía suena a dormida y dificultosa, como si estuvieran retozando.
PAULA- No tienes por qué pedirme disculpas, Pe. En todo caso soy yo la que debería mostrarme agradecida por cómo estás abriendo conmigo tu corazón. Y en cuanto a lo de Alex, creo que de momento es preferible que sigamos sin conocernos. Lo digo para que no interfiera en el espíritu que procuro imprimirle a los escritos que generan tus confesiones.
PENÉLOPE- Como quieras. Nos vemos a las cinco, que también es una hora mágica -bromea.
Se me ocurre decirle, “contigo son mágicas todas las horas”, pero me muerdo la lengua, siento un profundo acceso de rabia hacia Alex -entiendo que injustificado- y únicamente respondo:
PAULA- A las cinco.

Hoy libra el camarero de los rizos que nos mira con tanto descaro. La veo tan guapa como cada día pero con ojeras como si hubiese dormido poco esta noche.
PAULA- Aún tienes cara de sueño.
PENÉLOPE- ¿Sí? La verdad es que yo, si no duermo mis horas, ya me dice mamá que se me pone cara de desenterrada.
PAULA- Tu madre exagera, pero sí se te ven los ojitos un poco apagados.
PENÉLOPE- Pues tampoco es que nos acostáramos muy tarde, pero es que Alex cuando trasnochamos, y sobre todo si se ha tomado un par de copas, se desvela y hasta que le entra el sueño solo piensa en que hagamos el amor. Te confieso que estoy un poco rendida.
Para qué le habré comentado nada de las ojeras. ¡seré imbécil!
PAULA- ¿Te apetece un gin-tonic de los míos? Te animará.
PENÉLOPE- Oh, no gracias, si bebo eso puede que caiga redonda.
PAULA- ¿No tomas bebidas alcohólicas nunca?
PENÉLOPE- Antes, no. Ahora mi chico comienza a acostumbrarme con sus exquisitos vinos y algún cóctel que me prepara. Y parece que empieza a gustarme, pero...
PAULA- Entonces hoy te vas a tomar uno de los míos. Ya le indico al camarero que el tuyo lo prepare con poca ginebra.
PENÉLOPE- ¿A nuestro camarero?
PAULA- El nuestro parece que dispone de día libre.
PENÉLOPE- Bueno, lo dejo a tu elección, pero no tendría nada de extraño que tuvieras que llevarme a casa en brazos.
PAULA- Me encantaría.
PENÉLOPE- Ah, ¿sí?
Percibo que me suben los colores. Extraigo del bolso mi bloc y un lápiz y cambio de tema.


No hay comentarios:

Publicar un comentario