PAULA-
A veces somos unas ingenuas, Pe.
PENÉLOPE-
El primer día que nos encontramos pasadas las fiestas le puse mala
cara y empezó con sus monerías intentando camelarme. Cuando le dije
abiertamente que me había enfadado verlo bailar con Palmira y que no
se hubiera dignado a concederme un solo baile, el muy sinvergüenza,
exclamó:
“¿Qué
querías, que nos viera todo el pueblo y le fuesen con cotilleos a la
abuela? Palmira y yo solo somos buenos amigos”.
“Es
mi estilo de bailar. Y a propósito, ¿cómo se te ocurrió a ti
bailar con Santi”.
“Porque
me lo pidió”.
“Vamos,
primita, bailabas como si te lo estuvieras follando mientras
bailabais”.
“Si
hubieras bailado tú conmigo no hubiera bailado con él”.
“¿Sabes
que ese hijoputa ha estado en la cárcel?, guapa”.
“Algo
había oído”.
“Y
¿sabes por qué lo encerraron?”
“Ni
idea”.
“Por
intento de violación a una chica que pasaba las vacaciones en el
pueblo”.
“¿A
quién?”.
“Es
mejor que no te lo diga”.
>>Ignoraba
si me estaría contando la verdad o asustándome para que no volviera
a acercarme a Santi, pero lo cierto es que me entraron temblores
imaginando lo que ese sinvergüenza podía haber hecho conmigo. De
hecho, el miedo no me desapareció en mucho tiempo y procuraba
evitarlo y si nos encontrábamos por la calle ni le miraba a la cara,
aunque él sonreía al saludarme y me piropeaba diciendo lo guapa que
soy y otros piropos más subidos de tono, aunque nunca hizo nada que
pudiera molestarme realmente.
>>Rafa,
en cambio, no pareció concederla importancia a lo que acababa de
decirme.
“Pe,
además no se puede hacer el ridículo en el baile”, comentó con
absoluta picardía. “Para que bailes en público conmigo tengo que
enseñarte a bailar. Luego bailaremos todo lo que quieras”
“¿Lo
dices en serio?”
“¿Por
qué no te pasas mañana a las once por casa? Montse tiene clases de
recuperación de matemáticas y te enseño cómo se baila”.
“Mamá
no regresa hasta el jueves (nos encontrábamos a martes) y no creo
que le entusiasme saber que voy a verme contigo”.
“¿No
le gusto a la tía Mari?”
>>Como
acostumbraba a hablarme con la picardía de sus segundas intenciones,
le respondí:
“No
se trata de eso, bobo”.
“Pues
tienes que decirle que yo la sigo queriendo mucho. Siempre ha sido mi
tía favorita”.
“Creo
que no te conviene que se lo diga en estos momentos. Y a mí
tampoco”.
“Bueno,
pues quedamos el jueves”
“Vale”,
le dije.
“¿Se
te ha pasado el enfado?”
“Un
poco”.
>>Me
besó y nos despedimos remarcándome la hora de cita para el día
siguiente.
“Para
el jueves”, le aclaré.
>>Las
clases de Montse podían venirnos muy bien. Su padre trabajaba muchas
horas en verano y su madre se pasa casi otras tantas en la
peluquería.
PAULA-
¿Tanto le gusta peinarse?
PENÉLOPE-
No seas pánfila, Paula, es la peluquera del pueblo. Bueno, a lo que
íbamos, o ¿prefieres que te hable de la tía Araceli? Te aseguro
que es la que menos interés literario despertaría entre tus
lectoras de las tres.
PAULA-
Puedes hablar de lo que quieras, pero sinceramente hemos quedado para
que me hables sobre todo de las apasionantes peripecias de la
encantadora Penélope.
PENÉLOPE-
¿Esa soy yo?
...
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