domingo, 21 de diciembre de 2014


ENTREVISTA XXII
PENÉLOPE- Nos hicimos cargo de Sonia, una chica de Madrid que veranea en el pueblo -muy guapa, ya te contaré-. En menos de veinte minutos ya la despedíamos a la puerta de su casa. No se me olvida que iban a dar las seis cuando entramos en la de los tíos, despacio con intención de no despertarlos.
>>Cuando pisamos el pasillo, comenzó a palpitarme el corazón como si quisiera salirse del pecho. Nos miramos. Entonces Rafa me rodeó con sus brazos, me besó y viví ese beso como la despedida de una noche en que me lo había pasado muy bien aunque me daba un poquito de rabia despedirnos. Debí de mirarlo con mis ojos de mimosa porque me pellizcó un moflete, apoyó mi cara en su hombro y me la recorrió con caricias tiernas y suaves. Se me humedecían los párpados (de felicidad). Me los secó con las yemas de sus dedos y luego me tomó de la mano y reiniciamos la marcha. Yo convencida de que me llevaba al dormitorio de Montse.
PAULA- Conociendo a tu primo no eras muy optimista en tus pronósticos.
PENÉLOPE- Imagino que entonces no lo conocía tan bien. Y con sus padres en casa no podía imaginarme otra cosa. Cuando pasamos ante la puerta de la habitación de la prima le dije, “Rafi”, y él colocó uno de sus dedos sobre mis labios. Le sonreí. Entramos a la suya y comenzó a desnudarme como si llevara meses sin verme. Yo reconozco que también estaba excitadísima. Y tampoco es que vistiera mucha ropa que quitarme: camiseta, pantalones vaqueros y playeras que descalcé yo misma mientras me subía la camiseta.
>>No quiso ni que entrásemos a la cama. Me ayudó a colocar las manos sobre los brazos de la butaca que utilizaba para dejar la ropa, me separó las piernas y me penetró.
PAULA- ¿Por detrás?
PENÉLOPE- Desde atrás, que no es lo mismo. Ya habíamos vivido suficientes preliminares a lo largo de la noche y lo que necesitábamos los dos era unirnos y liberar el ansia y el deseo que nos consumían. Aunque cuando terminamos me explicó que su padre acostumbra a levantarse temprano, incluso los domingos, y que era mejor que me fuera a la cama de Montse para evitar problemas.

PAULA- Bueno, pero ¿qué tal ese polvo tan apresurado?
PENÉLOPE- Oh, estupendo.
PAULA- O sea que aunque, como me has contado en más de una ocasión, te gusta que los tíos te dediquen su tiempo antes de penetrarte, veo que tampoco haces asco a que te follen en un minuto.
PENÉLOPE- Hay momentos que lo exigen y es lo que apetece, ¿o a ti no? Y por cierto, no duró un minuto, ni dos, que mi primo merece todas las críticas del mundo pero follando -como tú dices- es un auténtico cielo.
PAULA- Vaya, que mereció la pena como broche de fiesta.
PENÉLOPE- Ni lo dudes. Rafa me gustaba muchísimo y sabía hacérmelo tan bien que me volvía materialmente loca. Aquella noche me había excitado tantas veces que, teniendo en cuenta el viaje de regreso sin poder ni tocarle por la compañía de Sonia, lo único que quería era sentirlo dentro de mí. Además era mi estreno en la posición de “perrita” y aunque pensé que al no verle la cara no iba a gustarme, colocó una de sus manos bajo mi vientre y con la otra acariciaba los pezones de mis incipientes pechitos que se pusieron muy duros, y luego el clítoris (nunca me lo había acariciado nadie y no había podido imaginar que escondiera sensaciones tan ricas) y mientras entraba y salía de mi ardoroso cuerpo con embestidas que me llenaban de gozo, me invadió una sensación de plenitud que en segundos me condujo a un clímax que si alguien me cuenta no lo creo.
PAULA- Oh, Pe, habías dicho que nada de minuto y ahora hablas de segundos...
PENÉLOPE- Me refiero a mí. Él tardó bastante más. Me golpeaba con sus penetraciones en el pompis que sonaba como si me azotara con el más delicioso de los látigos. Y yo lo recibía orgullosa, deseando que siguiera golpeando y percibiendo que algo que me producía un intenso placer se derretía en lo más profundo de mis entrañas. 
PAULA- Lo cuentas muy bien.
PENÉLOPE- No imaginaba que pudiera una sentirse tan dichosa con un chico. Cuando respiraba como si fuera a ahogarme me acarició con la mano que apoyaba en mi vientre, golpeó fuerte quedando pegado a mis nalgas con su poderoso miembro palpitando también contra las húmedas paredes de mi vagina y todos mis fibras sensibles se contrajeron para estremecerme de gusto. Me sentí inundada por dentro y eso que Rafa se había puesto el condón. Pero entonces no sabía que era una chica fuente (oh, Paula, mira que me han echado polvos divinos, pero ninguno lo recuerdo con la delicia de aquel primero después de haber perdido mi virginidad).  Y para que te chinches, también fue mi estreno en lo que se refiere a dos orgasmos seguidos. El último, agarrado a mis caderas. Yo gemía entre dientes, “ay, ay, ay”. Aún más estremecida. El corazón me palpitaba en la boca del estómago. Me hubiera gustado ponerme a saltar de puro contenta.
PAULA- En la posición que te encontrabas lo veo difícil.
PENÉLOPE- Saltaba por dentro que es mucho mejor.
PAULA- Según lo describes le entra a una mucha envidia.
PENÉLOPE- Solo le pondría un pero.
PAULA- Siempre ambicionando más y más.
PENÉLOPE- Debía mantenerme apoyada en los brazos de la butaca para recibirlo y no podía abandonarme completamente como me gusta cuando alcanzo el clímax.
PAULA- No, si yo me alegro mucho de que hayas disfrutado, y de que disfrutes.
PENÉLOPE- ¿Te alegras?
PAULA- Te gusta hacerte la payasa de vez en cuando, ¿verdad?
Sonríe con la más pícara de sus sonrisas.
PENÉLOPE- Reconozco que me decepcionó separarnos tan pronto, pero lo entendía. Y no haber podido gritar sin precauciones, aunque mis gemidos le gustaron.
“Eres divina, Penélope”.
“¿Tú crees?”.
“Sólo lo hemos hecho dos veces y parece que llevaras años de prácticas. Me gusta cómo te entregas con tus dulces gestos de mimosa. Te estaría follando hasta que me quedara completamente seco”.
>>Le sonreí.
“¿Con ninguna has disfrutado como conmigo?”, me atreví a preguntarle.
“Con ninguna. Tienes instinto de folladora, Pe. Volverás locos a los tíos”.
>>Lo pellizqué.
“Solo pienso hacerlo contigo, Rafi”.
“Aunque, claro, también ayuda lo guapísima que eres y lo buena que estás”.
>>Ya nos encontrábamos uno frente al otro. Mirándonos como tiernos enamorados aunque él sonreía con gesto pícaro. Me tomó de los hombros y cuando nuestros cuerpos volvieron a encontrarse, ahora de frente, recogió mi pelo sobre la nuca y nos besamos en un último y prolongado abrazo en el que sus caricias en mi piel desnuda me emocionaban. Me sentía como flotando en una nube. Halagada de gustarle tanto a un chico mayor y tan sexi como Rafa.
“Ahora tienes que irte, preciosa”.
>>Obedeciéndolo, me vestí camiseta y braguitas y salí al pasillo. No pienses, muerta de miedo. Mientras abría la puerta del dormitorio de Montse me temblaban las piernas y la mano con que accioné la manilla. Temiendo que me vieran los tíos, aunque Rafa me había aconsejado que me mostrase natural, como si hubiera tenido que levantarme al baño.
“Sí, natural”, le dije, “como tú te quedas. Serás fresco”.
“¿Prefieres que vaya yo a acostarme con mi hermana?”
“Mira que eres sinvergüenza, ¿serías capaz?”, le dije, sonreímos y como respuesta me palmeó el culo mientras salía. “Oye, y a Montse, si se despierta ¿qué le digo?”
“De Montse no te preocupes”.
>>Entré en la cama con el máximo cuidado, procurando no despertar a mi prima que o dormía o simulaba dormir, porque fue colocarme de espaldas a ella, cuando la oigo girarse, me abraza por la cintura y, acercando su boca a mi oído, me pregunta:
“¿Qué tal?”
“Muy bien”, le respondo en su mismo tono discreto y pensando que se refiere a la fiesta.
“Os he estado oyendo mientras lo hacíais”.
>>Sentí como si me clavara un cuchillo en el vientre que rozaba su mano. Me quedé paralizada. Y debí ponerme tan roja que agradecía que fuera de noche y nos encontráramos a oscuras.
“No te preocupes. Rafa ya me ha explicado lo vuestro”.
>>Oírle esa tonta explicación de la que en realidad ignoraba su verdadero significado, en cambio, me tranquilizó. Y entonces al menos pude decirle:
“Montse, es muy tarde y tengo sueño”
>>Ella me dio un beso de amigas en la espalda y se giró. Antes de dormirme imaginé lo que sería vernos cara a cara a la mañana siguiente.

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