jueves, 8 de enero de 2015

Sexi entrevista

ENTREVISTA XXVI

PENÉLOPE- La última noche. La última porque ya solo faltaban dos días para irme del pueblo pero también porque desde lo que sucedió no me atrevería a volver a acostarme en su casa.
PAULA- Después de lo mucho y bueno que me has contado comienza a resultarme difícil imaginar que no te atrevieses.
PENÉLOPE- De veras, Paula, te empeñas en no creerme, pero siempre he sido una chica muy tímida.
Sonrío mirándole directamente a los ojos y bebo de mi taza de café mientras le permito que me siga contando.
PENÉLOPE- Aquella noche ya no había empezado muy bien. Cuando Montse y yo nos fuimos a la cama, Rafa, que había salido de copas con sus amigos y puede que amigas...
PAULA- ¿De copas por el pueblo?
PENÉLOPE- En el pueblo hay dos bares, guapa, y te pueden servir todas las copas que quieras.
PAULA- Oh, Pe, no te ofendas, no pretendía... A veces no me expreso con la claridad que deseo.
PENÉLOPE- No me extraña. Ya dice Alex que los escritores en general -imagino que incluye a escritoras- acostumbrados a escribir bien gracias a que corregís, repasáis y reconstruís frases una y mil veces, no soléis ser tan hábiles a la hora de expresaros hablando.
PAULA- Me he ganado merecidamente este rapapolvo.
PENÉLOPE- Te lo llevas ganando varios días.
PAULA- A ver, a ver, explícame eso.
PENÉLOPE- Creo que te interesa más mi idilio con Rafa.
PAULA- Puede que lleves razón. Pero la palabra idilio se me queda corta.
PENÉLOPE- Pues no solo no había regresado aún como ya sucediera otras noches, sino que no lo oímos entrar.
PAULA- Y, por cierto, también comienzan a interesarme otros temas relacionados contigo.
PENÉLOPE- ¿Hoy piensas interrumpirme a cada frase?
PAULA- Perdone la señorita.
PENÉLOPE- Mi prima y yo nos entretuvimos charlando incluso ya con la luz apagada, pero ni con esas.
>>Nos quedamos dormidas. Aunque el muy granuja se negó a decirme la hora intuyo que serían las tres o cuatro de la mañana. Entró en el dormitorio de Montse y me acarició una mejilla para pedirme que me levantase. Aún en duermevela me giré y le dije en un susurro:
“Oh, Rafi, tengo mucho sueño”.
>>Entonces me tomó del brazo y me zarandeó para despejarme.
“Vamos, Pe, arriba si no quieres que me enfade”.
“Hoy no, déjame dormir”.
>>Tiró de la sábana hacia atrás sin importarle despertar a su hermana ni verla desnuda, aunque la prima simulaba que seguía durmiendo, y me ayudó a incorporarme (más bien me obligó).
“Levántate si no quieres ganarte unos buenos azotes”.
“Eres un asqueroso. ¿Por qué vienes tan tarde?”
“Anda, camina”.
“Vete yendo que ahora salgo yo”.
“Te espero”.
“¿Si nos ven tus padres?”.
“A estas horas duermen como troncos”.
>>No me permitió ni ponerme la camiseta y me sacó completamente desnuda al pasillo.
“Estás loco”, le dije. Y como respuesta me tomó de la cintura y me mordió el lóbulo de la oreja.
“Has bebido”.
“A ti sí que te voy a dar de beber”.
>>No iba borracho de caerse, pero olía a alcohol y cuando entramos en su habitación se quitó la ropa en dos rapidísimos gestos, me abrazó, y siguió diciéndome groserías aún más cochinas que otras noches y a comportarse con cierta brusquedad.
PAULA- ¿Hablas de agresiones?
PENÉLOPE- No. Intentó metérmela en la boca. No me apetecía y, aunque en un principio me obligó a ponerme de rodillas y me condujo hasta su sexo tomándome la cabeza entre las manos, cuando vio que pateaba y lo golpeaba con los puños, rectificó colocándome a su altura, me estrechó entre sus brazos y, tras besarme cariñosamente, me dijo:
“Solo pretendía que la probaras, Pe. Sabe rica”.
“A mí no me gusta”
“Ah, ¿no?”, preguntó el granuja empleando tono de sorpresa.
“Chuparla no”
“Pues las conozco que se cambiarían ahora mismo contigo sin pensarlo”, me dijo con verdadera intención de mosquearme.
“Pues que te la chupen ellas”.
>>Abrazados nos tumbamos en la cama.
“Ten cuidado”, le dije al oído, porque sonó con estruendo el somier y temí que se despertaran los tíos. “Rafi, estás como una cuba, creo que es mejor que me vaya con Montse”.
“No te vas a ir a ningún sitio. No te has querido comer esta polla a la que tanto le debes”, me dijo, blandiéndola en su mano contra mi abdomen y colocándomela luego entre las piernas, “pero hoy vas a disfrutarla a base de bien. Te la voy a meter hasta por las orejas”.
>>Me azotó manteniendo las manos sobre mis nalgas y con la misma furia me besó en los labios y a continuación en el cuello, donde mordió.
“¡Ay!, eres un bestia, Rafi, me has hecho daño, déjame”.
>>Lo empujé, me puse seria e intenté darle la espalda. Pero siguiendo de nuevo ese juego en que tan pronto buscaba mi enfado como se desvivía en los más deliciosos consuelos, me pellizcó suave en el culo, volvió a estrecharme entre sus brazos y mientras me miraba con su sonrisa pícara comenzó a acariciarme en los sitios que más me gusta (conocía todos y cada uno de ellos) y a llamarme preciosa y otras cosas bonitas.
PAULA- Aún así considero muy acertada tu actitud -y estabas en tu perfecto derecho- defendiendo ya entonces con tus quince años lo que te apetecía y no te apetecía que te hicieran.
PENÉLOPE- De todos modos, no creas que me quejo, porque lo que me hizo después del intento fallido de felación, me encantaba, incluso cuando me llamó putilla y dijo que lo volvía tan loco que iba a traspasarme.
“Asqueroso”, le dije, “¿por qué me llamas putilla?”
“Putilla solo para mí. Y te lo digo con cariño”.
“¿Porque me quieres mucho?”
“Te quiero muchísimo”, dijo mientras colocaba sus manos en el dorso de mis muslos para separarme las piernas. Para entonces ya me había despejado y aunque disimulara un poco para chincharlo, me había excitado y lo deseaba tanto y más que él a mí. Encajó sus caderas entre mis generosos muslos que se separaron cuanto podían para acogerlo y, como si quisiera palparme, coló las yemas de sus dedos entre los vientres de los dos, me alcanzó el sexo y lo acarició.
“Tienes un coño divino. Es un verdadero tesoro, Pe”.
>>Pegué mi cara a la suya y me atreví a susurrarle:
“Pues estás de suerte, porque es todo para ti”.

...

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