viernes, 20 de febrero de 2015

  


EMO...
-Te has comido todo lo que te he servido en el plato como la buena chica que eres. Ahora es a mí a quien me toca comerte.
-¿Enterita? Mira que aunque estoy flaca -bromeé- la carne que rodea los huesos tiene mucha sustancia.
-¿Por dónde quieres que empiece?
-Por donde tú quieras.
-Antes, ven, tengo algo para ti- dijo, y tomándome de la mano me condujo a su dormitorio y me acercó a una cómoda, de cuyo uno de sus cajones sacó un estuche que contenía un precioso collar de perlas. Me lo colocó en torno al cuello delante del espejo y comentó:
-Son de nácar. Auténticas como tú.
-Pero profe, cielo, no tienes por qué hacerme regalos, y además yo nunca he sido de collares.
-Este quiero que lo luzcas para mí.

La verdad es que el collar me quedaba divino e incluso desnuda confería a mi cuerpo un toque de elegancia y distinción que resultaba muy sexy. Tanto que, aunque no soy nada presumida, me gustaba mirarme. Estampé en su boca un beso de sentida gratitud y le dije:
-Lo luciré esta noche como deferencia exclusiva a mi apasionado profe, después…
-Chssss –dijo, colocando su dedo índice en mis labios. No hablemos ahora de después. Disfruta este momento. Y tomando mi mano izquierda en su mano derecha me condujo hasta el tocador de su esposa y me pidió:
-Siéntate –apoyando sus dos manos en mis hombros como ayuda para sentarme en el cómodo sillón estilo Luis XVI- Quiero que te pintes
-Pero si no me pinto casi nunca. Se puede decir que no sé ni pintarme.
-Seguro que sabes. Eres una niña muy lista.
-¿Por qué me llamas niña?
-¿Sólo lista?
-Solo lista.
-Vale ¿Te apetece que te prepare un Cosmopolitan?
-Creo que no me vendría nada mal para seguirte el ritmo esta noche.
-Entonces mejor que te prepare uno doble y con dosis extra de cointreau.
-Oh, ¿tanta entrega me vas a exigir?
-Imagina. Me he pasado la mañana durmiendo –bueno, y soñando contigo-. A mediodía han venido a darme un masaje…
-¿De chica?
-Dos chicas. Y antes de recogerte en la tienda me he relajado media hora en el jacuzzi. Ahora me encuentro como un chaval de dieciocho años. Así que prepárate.
-Según me lo pones no me queda otro remedio que aceptar ese Cosmopolitan doble. Vas a convertir en una viciosa a una chica tan formal como yo.
-Tienes cara de niña buena -otra vez insistiendo en lo de niña, que no le quise reprochar porque su voz ya me sonaba entre excitante y dulce- pero en tu mirada veo mucha picardía.
-Pues no soy nada traviesa.
-Ah, ¿no?

Comprobé a través del espejo cómo la sonrisa iluminaba sus labios mientras me colocaba mi linda melena detrás de las orejas para apoyarla sobre uno de los hombros. Me besó en la nuca.
-Un poco traviesa sí que eres.
-¿Tú cómo lo sabes?
Sus manos me acariciaron el cuello y los hombros y luego las descendió pecho abajo hasta rozarme los pezones, tan suave como una caricia involuntaria.
-¿Y las clases? –le pregunté para disimular la intensa excitación que me estaba provocando.
Ni me miró. Sus manos abandonaron mi cuerpo y continuaron abriendo cajones y sacando pinceles, lápices, máscaras para ojos, delicadas cajitas de maquillaje o colorete y hasta cachivaches de los que desconocía su uso e iba colocando sobre la plancha de mármol del tocador.
-Llamé al colegio diciendo que me había subido la fiebre. En realidad la temperatura de mi cuerpo se encuentra desde ayer elevada como mínimo uno o dos grados.
-Vaya con el profe. Y yo que te consideraba un auténtico caballero.
-Lo soy.
-Pero algo golfillo y después hablas de mí.
-Todos tenemos un lado oscuro.
-Yo no.
-Eres demasiado joven. Quizás no te ha dado tiempo a descubrirlo, pero descuida que esta noche puede que lo descubramos entre los dos.

Ese tipo de advertencia me estremeció, como si planeara someterme a alguna prueba límite o embarazosa por las dificultades. “Vaya, seré boba”, me dije, “lo único que pretende es excitarme”. De hecho, la extraña conversación continuaba excitándome.
No considero necesario aclarar que todos los cosméticos que se mostraban ante mis ojos eran de las mejores marcas.
-Una condición –le dije.
-Tú dirás.
-Que no te quedes aquí mirando mientras me pinto.
-De acuerdo. Prepararé nuestros cócteles y me sumerjo unos minutos en el jacuzzi. Cuando termines de ponerte guapa guapa, pasas para que te vea.
Y, tras recorrer suavemente mis clavículas con sus manos, desapareció...


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