miércoles, 4 de febrero de 2015

Emociones íntimas


EMOCIONES...

A punto estuve, de que se me saltaran las lágrimas. 
Algo tímida aún me abracé a sus piernas, firmes y poderosas como las columnas de un templo antiguo. Resultaba muy agradable ceñirse a unas piernas así. Y también muy provocador que actuara como un experimentado amante con la ingenua criatura a quien regala su experiencia de iniciación, susurrando a mi oído palabras tan provocativas, tan sucias que sólo su recuerdo me produce cierto sonrojo, aunque aquella noche me encantaba oírlas.
Me puse muy nerviosa sentada sobre su cama mientras él se mantenía erguido y desnudo ante mí. Los latidos de mi escandaloso y pobre corazón sonaron con el estrépito de un rifle. Aunque incluso en películas había visto hombres atractivos desnudos, un cuerpo tan hermoso –lo digo sin soberbia- no tiene una la suerte de contemplarlo cada día. Y mucho menos con un miembro viril que sólo con mirarlo sería capaz de trastornar a la chica más templada. Me daba un poquito de miedo. No porque sea una tonta pensando que iba a hacerme daño con él –que podría-, sino porque me pareció tan bello, provocativo y arrogante que desconfiaba de mis fuerzas para situarme a su altura. Cuando me pidió que se lo besara se me encendieron como tantas veces en la noche los colores, miré al suelo, a sus poderosas piernas, al vello negro de su pubis, y la mano me temblaba como a una pobre ancianita.
Me faltaba aire –a pesar de las considerables dimensiones de mi boca- y los dos creímos que me iba a desmayar.
Digo que los dos porque tras mis tímidos besos, se colocó de rodillas y, acariciando mi carita de niña buena, me sonrió con la sonrisa más dulce del mundo.
-¿Tienes miedo?
-¿Por qué habría de tener miedo?
-Eso me preguntaba yo. ¿Entonces?
-Estoy un poquito nerviosa.
-Penélope, ¿no lo has hecho nunca?, ¿nunca has echado un polvo?, ¿nunca…
Bajé la cabeza, entre pudorosa y avergonzada.
-¡¿Eres virgen?!
-No, no soy virgen.
-Vaya, no me digas que algún hijo de puta ha abusado de ti.
Unas estúpidas lágrimas de las que no controlo cuando estoy nerviosa humedecieron mis párpados.
-¿Te han violado? –volvió a preguntarme como si no saliera de su asombro.
-No, gracias a Dios no me ha violado nadie. Simplemente soy una llorona y a veces se me escapan las lágrimas por muy contenta que esté. Creo que no esperaba encontrarme un hombre tan atractivo y cariñoso en esta época de mi vida y me has emocionado.
-Me alegro.
-Deduzco que llevas tiempo sin hacerlo.
-En eso sí que aciertas.
-No te preocupes, no te preocupes. Te compensaré.
-Anda, bobo.
Y sin detener las caricias que deleitaban y derretían mi cara, me besó y me estuvo besando más tiempo del que nunca me habían besado. Con ternura. Con apasionada ternura...



No hay comentarios:

Publicar un comentario