ENTREVISTA
XI
PENÉLOPE-
Vaya, ¿tú qué crees?
Sonreímos
como bobas.

PENÉLOPE-
Si adelantarse media hora es puntual, a las diez y media ya lo tenía
en la cocina charlando amigablemente con la abuela. Aún me estaba
lavando la cara en el baño porque no contaba con que iba a
presentarse tan pronto. Muy sexy con una camiseta ajustada de un
equipo de baloncesto -creo que los Celtics de Boston- y un vaquero
cortado a la altura de las rodillas. Yo, como le había gustado
mucho, volví a ponerme el vestido del día antes, por cierto, a
rayas verticales blancas y azules que me hacían aún más delgada.
El pelo de mi larga melena lo recogí en una cola.
“Buenas
días, Pe”, dijo cuando me vio, disimulando a ojos de la abuela el
motivo de su visita, “¿qué tal ha dormido la princesita su
primera noche en el pueblo?”.
“Genial,
abu me deja la habitación en la que no pega el sol en todo el día y
se duerme muy fresco”.
“A
pata suelta”.
“Patas
tienen los animales”
“¿Tú
qué tienes?”
“Anda
déjame, que acabo de levantarme”.
“Pe
tiene piernas como las personas, y muy bonitas”, intervino la
abuela. “Vamos, cariño, que ya te he puesto el desayuno en la
mesa”.
>>Rafa
decide dirigir hacia ella la conversación, camelándola como de
costumbre y empeñado en que no sospeche el motivo de su visita.
>>A
mí, en cambio, entre los nervios que me entraron viéndolo allí
esperándome y la prisa por irnos lo antes posible, se me cerró de
tal manera el estómago que después de dos sorbos a la leche ya no
era capaz de meter ni otra gota.
“No
tengo apetito, abu, ya no puedo más”.
“Pe,
chiquilla, por favor, ya ayer apenas comiste. Me duele verte ahí,
pero mientras no termines la leche no sales”.
>>Y
al oírle esas peligrosas palabras intervino el muy pillo:
“No
se preocupe abuela, me encargo yo de que acabe este desayuno”.
>>Se
sentó a mi lado dispuesto a convencerme, tomando incluso la cuchara
en su propia mano y diciendo en voz alta:
“Si
lo acabas pronto te llevo a dar una vuelta en la bici por el pueblo”.
>>Y
mientras me acercaba la leche a la boca como a una niña pequeña
nuestras piernas se rozaron a la altura de las pantorrillas y yo
procuré mantener el contacto rozándolo suavemente y convencida de
que no se enteraba, ¡seré payasa!
PAULA-
A veces conviene que seamos payasas.
“Vaya
manía que les ha entrado a las chiquillas de hoy por mantenerse como
palillos”, comentó la abuela que en ese momento salía a tender en
la pradera de delante de casa una blusa que había estado lavando.
Cuando cruzó la puerta, pellizqué a Rafa:
“No
seas mala o voy a tener que ponerte un castigo”.
“Eres
un asqueroso”, le dije yo. “Te voy a odiar”.
“¿Qué
pretendías, quedarte toda la mañana en la cocina contemplando tu
maldito desayuno”.
>>Y
me besó en la mejilla como si se tratara de un premio, a la vez que
me ceñía por la cintura. El calor que ya me abrasaba abajo ascendió
a cuello y cara. Terminé la leche y unas cuatro galletas en menos de
cinco minutos. Cuando regresó la abuela le comentó muy satisfecha a
Rafa:
“Gracias
hijo, voy a tener que invitarte todos los días que vengas a comer,
porque a mí no me hace ni caso”.
“No
se preocupe, este verano me encargo yo de que coma”.
>>Sin
soltarme de la cintura el muy fresco y, aprovechando que se la tapaba
la mesa, alargó la mano hasta alcanzarme la zona del vientre. Me
puso roja como un tomate, mientras le decía a la abuela, sin dejar
de acariciarme y provocarme unas cosquillas que a punto estuve de
chillar:
“Bueno,
como se ha portado bien me la llevo a ver si los aires del pueblo le
abren algo este apetito de pollita que tiene”.
>>Y
se enzarzaron ambos en una animada conversación en la que yo era su
único tema.
“A
ver, a ver, hijo. Pero que no se te despiste. Cuídala. Y si vais con
algunos de esos amigotes tuyos que según me dicen también son un
poco granujas, ya sabes, Pe es muy bonita pero algo inocente y a los
golfillos les atraen las chicas así”.
“No
se preocupe, abuela, no voy a perderla de vista un minuto. Y
descuide, que estando conmigo nadie va a ponerle una mano encima”.
“Es
que aunque parezca una mocita al fin y al cabo no deja de ser una
niña”.
“Tampoco
piense que es tan cría. Las cosas ya no son como en su época. Hoy
la mayoría de las chicas de la edad de Penélope salen con novios y
ahora los novios no esperan a la noche de bodas para conocerse. Ya me
entiende a lo que refiero cuando digo conocerse”.
“Anda,
anda, que tú ya sabemos que también eres un poco granuja.
Compadezco a esas chiquillas que andan contigo. Menos mal que con tus
primas eres un cielo”.
...
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