sábado, 29 de noviembre de 2014

ENTREVISTA V



ENTREVISTA V
>>Jesús lo obedece. Pero yo ya lo único que deseo es que termine lo que se está convirtiendo para mí en un auténtico suplicio. Aunque me sirve para que se disipen mis dudas sobre una relación que consideraba incompatible y, viendo la cara de felicidad que se le está poniendo a Jesús después de sus primeros llantos, incluso me siento moderadamente satisfecha.
Como también en ese momento veo que a la dulce Penélope se le humedecen los párpados, se los seco con la yema de mi dedo pulgar, le acaricio su linda melena y le ruego:
PAULA- Pe, por favor, tranquilízate, cielo, no llores.
PENÉLOPE- Gracias. No te preocupes, soy muy llorona pero estoy bien. Cuando terminan -prosigue-, Sebas le da un azote en el culo a Jesús, lo besa en la boca y le dice:
“Anda, guapo, a ducharte y te vas. Mañana hablamos”.
>>En ese instante solo ansío tomar la puerta y echar a correr como una loca escaleras abajo detrás de Jesús.
“Sebas”, le digo con palabras que tiemblan y apenas me salen, “debo irme, mañana tengo que madrugar”.
“Pero qué dices, guapa, si ni siquiera hemos echado nuestro polvo. No querrás irte con el mal recuerdo de la polla de Jesús que he visto que no te ilusionaba demasiado”.
“Pero es que tengo clases a primera hora y necesito dormir”.
“Lo que tú necesitas lo sé bien yo. Y de esas clases es mejor que te vayas olvidando. ¿Qué pretendes con los malditos estudios?”.
“Pues una carrera y el día de mañana poder ganarme la vida”.
>>Se ríe, el muy cabrón.
“O sea, dinero, al final todo se reduce a dinero. Pues si ese es el problema no te preocupes. Conmigo puedes ganar mucho más en un año de lo que ganarías con esos estudios de...
“Psicóloga”, respondo con un hilo de voz.
“Comecocos. No se necesitan más comecocos, ya hay demasiados en la tele, entre políticos, curas, locutores de radio... Mira preciosa, tengo trabajando para mí varias chicas, todas jovencitas y muy monas, pero ninguna tan elegante, tan guapa ni tan sexy como tú y aún así se ganan una buena pasta. Serías un bombazo. Tú y yo podemos hacernos de oro”.
>>No puedo creerme lo que me propone. Siento un nudo en el estómago y me entran ganas de llorar pero me hago la valiente.
“Sebas”, le digo utilizando su propio vocabulario, “¿no te importaría que me follaran otros hombres?”.
“¿Follarte?”, saltó como una máquina, “follarte solo voy a follarte yo, preciosa. Con ellos se trata de simples negocios, clientes a quienes prestas un servicio y cobramos. No creas que voy a ponerte en una esquina como a una puta cualquiera. En mi agenda figuran nombres con mucha pasta que estarían dispuestos a pagar lo que les pida por un polvo con un bomboncito tan dulce como tú. Además te compraré zapatos y vestidos elegantes y te llevaré a salones de belleza para que le den un aire travieso a esta carita angelical. Me gusta que parezcas una virgen pero un poco viciosa”.


jueves, 27 de noviembre de 2014

ENTREVISTA III



“En pocos lugares te encontrarías más segura que aquí”, me dijo sonriendo y mientras ya deslizaba el extremo de flecos del látigo sobre mis pechos y luego mi vientre”.

>>Reconozco que aquella sensación me resultó tremendamente agradable, muy placentera. Lo movía arriba y abajo, sobre mis pezones, desde la base del cuello hasta el pubis. Contuve el aliento y cuando expulsé el aire en breves y contenidos soplos me miró sonriendo con cara de satisfacción.

“¿Qué tal?”, me preguntó.
“Bien”, pero casi prefiero que me bajes.
>>El muy cerdo, sin embargo, en lugar de bajarme me lo colocó entre las piernas y yo como una tonta las separé y mi sexo, al sentir las caricias y, contrariando todos mis buenos propósitos, comenzó a palpitar a la vez que se humedecía y se dilataba. Me lo golpeó. Primero con golpecitos suaves que me provocaban cosquillas y me obligaron a contraerme y juntar las piernas. Él mismo me las separó de nuevo y, aunque los golpes incrementaron su intensidad, tuve que morderme materialmente la lengua para no chillar de placer, aunque mi cuerpo volvió a irse hacia adelante arqueando la espalda.
“Resultas jodidamente sexy en esa postura”, comentó, muy excitado. “Si no fuera porque te tengo reservadas otras sorpresas te clavaría ahora mismo la polla hasta que te asomara por la boca”.
>>Esas palabras y el tono en que las pronunció volvieron a inquietarme.

“¿Me bajas ya?, Sebas. Comienzo a cansarme”.

>>En ese momento retiró el látigo, lo empuñó por los flecos de plumas y solo vi cómo lo elevaba sobre su hombro derecho, porque cerré los ojos mientras gritaba:

“No, por favor, no me pegues”.

>>Oía cómo cortaba el aire. Contuve la respiración y mis venas saltaban a más de cien latidos por minuto.
>>Ni dos segundos tardó en descargar con suma violencia un tremendo golpe, estallando la fusta contra uno de los listones de la espaldera a escasos dedos de mí y yo, como si emergiese de una terrible pesadilla, abrí de nuevo los ojos y, cagadita de miedo, le increpé:

“Eres un bruto. Acabas de darme un susto de muerte”.

>>Y entonces se acercó para soltarme las esposas, me besó mientras me palpaba entre las piernas y sonriendo por lo húmeda que había conseguido ponerme, me coló dos dedos en la vagina y, mientras yo chillaba “ay” porque me los había metido a lo bruto, me dedicó dentro tiernas caricias que me obligaron a gemir. Pero cuando menos lo deseaba los sacó para cargarme en sus poderosos brazos con la intención -supuse- de llevarme al dormitorio.
>>Sentía sus dedos mojados en mis nalgas pero no le dije ni pío.
PAULA- Vaya, Penélope, después de todo no se portó tan mal como me estaba temiendo.
PENÉLOPE- Espera. No creas que quedó ahí la cosa.
Ardía en ascuas porque me siguiera contando. En ese momento se acercó el camarero de los rizos a nosotras -no sé si porque consideraba que llevábamos demasiado tiempo en el bar sin consumir o por contemplarnos de cerca- a preguntarnos si nos apetecía algo de beber.
-Para mí un gin-tonic con mucho hielo -le dije.
-¿Y a la señorita?
-Sería tan amable de traerme un vaso de agua.
PAULA-Pe, creo que le gustas.
PENÉLOPE- Pues a mí me parece que tú también le gustas.
PAULA- Podríamos montarnos un trío.
PENÉLOPE -Sería una experiencia curiosa -dice, y reímos las dos.
PAULA -Hablando en serio -le susurro en voz baja-, creo que piensa que somos pareja.
PENÉLOPE -Tampoco tendría nada de extraño.
PAULA -Por supuesto que no.
PENÉLOPE- Paula, cielo, creo que nos estamos despistando del tema que nos ha traído aquí, ¿no te parece?
PAULA- Cuando estoy contigo me doy cuenta de que me despisto con suma facilidad. Pero no importa, dime lo que quieras y al ritmo que desees, no nos apura nadie.
PENÉLOPE- Había creído entenderte que precisabas entregar en plazo la entrevista y no me gustaría que considerases que pierdes el tiempo por mi culpa.
PAULA- Eso no sucederá de ninguna de las maneras.
PENÉLOPE- Muchas gracias. Eres muy amable conmigo. Como te iba diciendo, mientras Sebas me conducía por el pasillo comencé a acariciarlo y darle besos y más besos. Le lamía el cuello, le mordisqueaba el lóbulo de la oreja. Me mostraba de lo más cariñosa. Aquella extraña situación que habíamos vivido en su “sala de juegos”, como la llamaba él, me había puesto a cien, qué digo a cien, a mil. Oh, dios, lo deseaba como imagino que desea un oasis alguien que se muere de sed.
PAULA- Puede que más. Y si, según me has contado, cuando un hombre te excita, te enamoras y lo amas tan locamente, no quiero imaginarme lo bien que se sentiría ese cabrón.
PENÉLOPE- En ese momento te juro que lo quería más que a mi vida.
PAULA- Eres un encanto, Pe.
Y mi mano se apoya en la suya que descansa sobre la mesa. En un gesto instintivo, entrelazamos los dedos y ella aprieta cuanto puede. Nos miramos. Me parece que le brillan los ojos. A mí me aletean mariposas en la boca del estómago y siento una especia de hormigueo en la entrepierna que me asusta. Pero entonces, como si se arrepintiese de su impulsiva reacción suelta de nuevo nuestras manos y yo le digo:
PAULA- ¿Qué te parece si te invito a comer y sigues contándome tu excitante reencuentro con Sebas?
PENÉLOPE- Estupendo. Pero espera que le haga una llamada a mi chico por si ha comprometido planes para hoy.
Mientras lo llama siento que se me descontrolan los nervios temiendo que lo que le diga nos impida comer juntas. “Paula, pero ¿qué te sucede?, ¿cómo eres tan pava?”, me pregunto, no acertando a comprender alguna de mis tontas reacciones.
PAULA- ¿Qué te ha dicho?
La muy pilla tarda un momento en responderme como si hubiera adivinado lo nerviosa que estoy. Luego se ríe y responde:
PENÉLOPE- Cuando te apetezca, nos vamos.
La invito a un italiano donde le informo que preparan una pasta riquísima.
PENÉLOPE- Ideal -dice- me encanta la pasta.
PAULA- Pues yo soy muy buena con los espaguetis. Un día de estos los preparo y te vienes, ¿te parece bien una comida solo para chicas en mi humilde refugio?
PENÉLOPE- Ni dudes que acepto esa invitación si no me lo impiden compromisos previos, que en todo caso siempre podrían cancelarse.
Ahora sí juntamos las cuatro manos encima de la mesa y nos las estrechamos como dos chicas que se quieren mucho. No deja de sorprenderme la habilidad de esta deliciosa criatura para resultar tan complaciente y encantadora. Una vez más vuelvo a repetirme que no me extraña que los hombres se vuelvan locos por salir y acostarse con ella.





miércoles, 26 de noviembre de 2014


ENTREVISTA II

PAULA- No seas mala pécora -sonreímos con ganas las dos-. Tomo noto para que cuando dispongas de tiempo libre me enseñes tú. Por cierto, ¿llegó Sebas a forzarte para que hicieras algo que no querías?
PENÉLOPE- Forzar no es la palabra. Aunque es un verdadero bruto sabe cómo manejar a una chica. De pronto tomó unas esposas, me condujo hasta la espaldera que cubría una pared y me levantó los brazos al tiempo que me besaba. Con las manos en alto comenzó a comerme materialmente la boca mientras restregaba su cuerpo al mío, rodeándome las piernas con las suyas y presionando con su miembro en mi vientre. Me lamía, me introducía la lengua, me mordisqueaba los labios y yo los iba notando más y más calientes -imagino que rojos-, hinchados... “Con lo grandes que ya los tengo”, pensé.
“¿Permites que te las ponga?”, me preguntó con una voz complaciente que no esperaba oírle en ese preciso momento.
“¿Vas a hacerme daño?”.
“Por supuesto que no, sólo quiero que tus muñecas perciban lo que se siente y lo transmitan por aquí”, dijo mientras me pasaba una de sus manos por cara, pechos, hasta llegar a lo que llamaba “mi coñito”, donde se demoró antes de volver a apresarme.
“Estás empapada, zorrita”.
“¿Quién tiene la culpa?”
“Lo viciosilla que eres”.
“No seas malo”.
“Me obligas. Pero todavía no has conocido de veras lo malo que soy”.
>>Me dio un vuelco el corazón. No entendía, en cambio, cómo lo seguía deseando como lo deseaba.
“Si es como dices, te permitiré que me ates esas esposas”, le dije procurando complacerlo. “Pero unos segundos solo, ¿vale?”
>>Me respondió con una amplia sonrisa. Mis pies quedaban a un palmo del suelo.
“Me tira de los hombros, Sebas. Duele”.
“Qué flojita. Necesitas darte o que te den unas buenas palizas en el gimnasio. Pero puedes apoyar los pies en uno de los listones”.
>>Cuando le hice caso
experimenté un ligero alivio, aunque el cuerpo se me iba hacia adelante. Se lo advertí y entonces se acercó para que lo apoyara en el suyo. Me bajó el top de un tirón y mis pechitos brincaron. La punta de su lengua estimuló mis pezones y se me pusieron duros como huesitos de cerezas. Acto seguido soltó los botones de mi short, y top, short y tanga salieron a un único impulso piernas abajo.
>>Yo jadeaba. De miedo. Bueno, no me mires con esos ojos, Pau, reconozco que también me había puesto caliente.
“Sebas”, le pregunté, “¿por qué no me sueltas ya y nos vamos a tu dormitorio?”
“Sólo un segundo preciosa”, me susurró al oído el muy cabronazo. “Olvida tu estúpido miedo”.
>>Yo empezaba a sollozar suplicando que no me lastimara. Perdona, igual me estoy excediendo en detalles que no tienen demasiada importancia para ti.
PAULA- No, no, Pe, me resulta muy interesante todo lo que me dices y creo que nos conviene a las dos que largues por esa boquita cuanto te pase por la cabeza.
PENÉLOPE- ¿Sin control?
PAULA- Sin ningún control. Asociaciones libres totales.
PENÉLOPE- Pero, ¿quién es la psicóloga?
Sonreímos por enésima vez. Comienzo a sentir más que ternura hacia Penélope. Me doy cuenta de que ya solo me dirijo a ella con un cariñoso Pe -sin que nadie me lo haya sugerido- y me despierta una tremenda empatía.
PAULA- Hay pocos psicoanálisis más profundos que una novela.
PENÉLOPE- Lo que me parece a mí es que tienes tú mucho peligro. Y volviendo a lo que nos ocupa. Cuando lo veo acercarse al armario de los látigos y que prueba uno golpeando la fusta en la palma de su mano, grité:
“¡No, Sebas!, por favor”, y descendiendo el tono porque sabía que con él no funcionan los tonillos autoritarios, “esto no es lo que habías prometido”.
“Penélope, bomboncito, descuida, no voy a dañar ese cuerpo tan precioso que de algún modo ya me pertenece. Lo único que quiero es que te vayas familiarizando con un mundo que -hazme caso- es ideal para una chica como tú”.
“Pero tengo miedo”.



sábado, 22 de noviembre de 2014




Penélope es una joven de 28 años, licenciada en Psicología, encantadora, algo tímida pero muy pasional. Una chica alta y delgada, que aunque tiene poco pecho es una auténtica preciosidad, con sus sensuales y carnosos labios, unos grandes ojos verdes que desarman y seducen cuando te miran y unas piernas largas y bonitas.

Su cuerpo, la manera en que lo mueve, su dulzura y su carita angelical atraen y han atraído a los hombres desde que era una adolescente.

ENTREVISTA
He concertado una amplia entrevista con Penélope para hablar de su vida y las experiencias sexuales que estoy utilizando para escribir mis historias sobre ella. Pero también de otros detalles íntimos que no deseaba contarme en su momento ni desea que queden escritos en un libro.
Nos citamos en una cafetería decorada en estilo vintage con zonas independientes -casi privadas- donde podemos hablar sin que nos interrumpan.
Llega cinco minutos después que yo. Tan guapa como siempre. Con sus ojos verdes resaltados con un poquito de color -aunque le guste decir que apenas se pinta-, sus carnosos labios también demasiado húmedos para no haber recibido algún tipo de cuidados y vistiendo una sencilla camiseta de manga corta, muy ajustada y que le deja al desnudo el ombligo, y unos shorts de encaje en rosa que con sus piernas largas y bonitas le quedan realmente sexys.
A través de las cristaleras puedo observar cómo la miran los hombres con que se cruza. El pelo se lo recoge en una cola que le descansa en la zona derecha del pecho. Es una mañana de mucho calor.
Nos saludamos con dos besos. Pedimos al camarero un té frío con limón para ella y un café solo para mí.
PAULA- ¿Qué tal sigue tu vida amorosa? -le pregunto para romper el hielo.
PENÉLOPE- De maravilla-. Y sonríe con su espontánea sonrisa de siempre, para ratificar la respuesta.
PAULA- He observado mientras te acercabas por la acera cómo te miran los hombres.
PENÉLOPE- A los hombres les gusta mirar.
PAULA- Sí, pero considero que a ti te miran de un modo especial. Como si quisieran desnudarte con la mirada.
PENÉLOPE- También he comprobado que miran a otras chicas así.
PAULA- De todos modos, Penélope, serás consciente de que además de que eras muy guapa y estás muy bien, despiertas un interés (diría que hasta morboso) entre los tíos que no despertamos otras. Fíjate en el camarero que nos ha tomado nota -esboza una ligera sonrisa mientras mira hacia la barra y cruza las piernas- ¿A qué lo atribuyes?
PENÉLOPE- La verdad, Paula, es que no me considero tan irresistible. Pero sí admito que ya desde chiquilla atraigo la atención de los chicos. Creo que ayuda mi aire de adolescente e ingenua.
PAULA- Que tú haces todo lo posible por resaltar.
PENÉLOPE- Cada una utilizamos nuestros recursos -se ríe-. En serio, reconozco que, aunque soy alta, como tengo poco pecho y la cara un poco infantil suelo parecer más joven de lo que soy. Me gusta vestir falditas cortas y de arriba ir bastante ajustada. Y mis gestos y mis palabras reconozco que acostumbran a ser amables -o al menos no bruscos- incluso cuando me dirigen alguna grosería. Eso puede que les transmita la impresión de que soy una chica fácil.
PAULA- Y no lo eres...
PENÉLOPE- Yo considero que no.
PAULA- ¿Nunca te has acostado con nadie que no quisieras?, ¿nunca te has visto en una situación comprometida o te han forzado a...
PENÉLOPE- Oh, no, no, Paula. Situaciones comprometidas como tú las llamas opino que las hemos vivido casi todas, pero por suerte siempre que me he acostado con alguien ha sido porque me apetecía.
PAULA- ¿Te consideras una mujer sumisa como pudiera desprenderse de alguna de tus relaciones sexuales?
PENÉLOPE- Complaciente más bien. Me gusta “dejarme querer”, como suele decirse, que el chico tome la iniciativa, que me seduzca y me vaya llevando a su terreno poco a poco. Pero no me limito a obedecer lo que me imponen. Acostumbro a incitarlos. Me encanta ese juego. Con mis sonrisas, con alguna respuesta simpática a sus proposiciones. A veces demostrando ciertas resistencias, otras cediendo. Y no es algo premeditado, me sale así. Siempre con la premisa de que en un sentido u otro la persona con la que estoy me atraiga.
PAULA- Te formulo esta pregunta porque en casos de los que ya he escrito, como por ejemplo el de Sebas, el amigo brutote de Marta, no parecía que él fuese muy de tu agrado y, en cambio, cuando se lo propuso follasteis no una sino varias veces, cómo y cuándo quiso.
PENÉLOPE- ¿Eso es lo que opinas?
PAULA- Al menos lo opinaba hasta ahora, porque esa sonrisa pícara tuya comienza a generarme serias dudas.
PENÉLOPE- Es cierto que Sebas no es el tipo de hombre que me suele gustar y que cuando lo vi me entraron ganas de salir corriendo, pero reconozco que poco a poco me fue ganando y cuando nos acostamos en la cama ya lo deseaba como pocas veces he deseado a nadie. No niego que de algún modo me arrepentiría de haberlo conocido e hice todo lo posible por olvidarlo, pero la noche que nos presentó Marta, comprende que yo era una chiquilla inocente de dieciocho añitos recién llegada a la facultad y él un tío de veinticinco con muy amplias experiencias en la vida -algunas de alto riesgo como me he enterado después- y, aunque conoces sus fechorías, me supo tratar con una delicadeza y una pasión como todas las chicas deseamos que nos traten.
PAULA- Hablando de Sebas y creyendo como me creo los maravillosos orgasmos que te proporcionó aquella noche en el piso de tu amiga Marta, siempre he albergado dudas de por qué no hiciste algo por volver a encontrarte de nuevo con él, si tanto lo deseabas.
PENÉLOPE- Y lo hice.
PAULA- ¿Al margen de lo que me has contado? ¿Volvisteis a veros para follar? ¿O aquel encuentro imprevisto en la calle con él y su amigo de malas pintas no terminó en la biblioteca como me informaste en su día?
PENÉLOPE- ¿Te importa que pida otro té?
PAULA- No, por supuesto que no. Pero estoy observando que se nubla tu tierna sonrisa y te has puesto bastante seria.
PENÉLOPE- Paula, preferiría que de momento detuviéramos la conversación en este punto. No te importa, ¿verdad? Si te apetece, nos tomamos nuestras consumiciones y mañana nos vemos.
La observo al borde de las lágrimas y por nada del mundo quiero que se creen tensiones entre nosotras. Me impuso como condición que no trajese grabadora, pero sí permite que tome algunos apuntes en mi bloc. No solo desea facilitarme “noticias” para mis novelas, sino también hablarme como una amiga a quien sabe que puede confiar secretos y contarle cosas que no se atrevería a contarles a otras chicas. Cuando salimos se seca los húmedos párpados con un pañuelo.
PAULA- ¿Qué te sucede, preciosa? ¿He dicho alguna inconveniencia?
PENÉLOPE- No te preocupes, soy una llorona. Y algunos recuerdos me hacen llorar. Mañana a esta hora nos vemos aquí, ¿vale?
PAULA- Vale -le digo y además de dos besos me apetece estrecharla entre mis brazos.
Cuando la veo alejarse me entra envidia de lo guapa y sexy que es y de cómo los hombres vuelven sus torpes cabezas cuando la cruzan, para mirarla. Puede que alguno le dirija alguna grosería o algún piropo. Y puede que a ella le guste, porque Penélope es así. Con la envidia siento que me invade un orgullo y una enorme satisfacción de que me considere su amiga.

La dulce Penélope hoy se presenta con una faldita corta y un top negro que realza hasta límites muy provocativos su figura. Eso sí, con la cara lavada y, en cambio, tan radiante como una novia. Imagino que Alex, su pareja actual le habrá echado un buen polvo esta noche. Sé por experiencia que obra milagros en el ánimo y la cara de una chica.
Como sigamos viniendo muchos días por aquí, el camarero de los rizos creo que le acabará tirando los trastos porque no puede dejar de mirarla como si se la quisiera follar.
PAULA- ¿Más calmada que ayer?
PENÉLOPE- Hoy me encuentro mejor. Menos nerviosa.
PAULA- Para que no se nos líen los temas, ¿qué te parece si continuamos con ese encuentro entre tú y Sebas del que por lo visto aún no dispongo de noticias?
PENÉLOPE- Lo he estado rememorando esta noche mientras hacíamos el amor Alex y yo y, aunque me sigue generando cierta inquietud, no te imaginas lo cachonda que me puso. Si soy honesta debería agradecerle buena parte de mi último maravilloso orgasmo.
PAULA- No lo pongo en duda. Las fantasías son el más poderoso afrodisíaco. Y cierto tipo de fantasías en especial. Pero perdona que haga un inciso, oigo que siempre te refieres a las relaciones sexuales como hacer el amor, ¿qué importancia le concedes al amor a la hora de echar un buen polvo?
PENÉLOPE- ¿Yo?
Guardo silencio y la miro fijamente a los ojos.
PENÉLOPE- Lo considero indispensable.
PAULA- Explícame eso.
PENÉLOPE- Me gusta sentirme querida cuando me uno íntimamente a la pareja con quien me acuesto y permitir que fluyan en mi corazón las ricas emociones que provoca el cariño.
PAULA- El placer sexual también provoca las suyas.
PENÉLOPE- No son excluyentes. El amor me hace sentir poderosa y colmada de felicidad. El placer sexual, satisfecha y un poco bruja.
PAULA- ¿En qué sentido, bruja?
PENÉLOPE- En que mis poderes son pícaros y más limitados que los que me proporciona el amor. Por eso me gusta que vayan juntos.
>>Si no sientes ternura, Pau, gratitud, en definitiva, amor hacia la persona que te está dedicando sus atenciones, sus caricias, lo mejor que tiene, para que te sientas feliz, no entiendo cómo puedes disfrutar plenamente de algo tan maravilloso como la sexualidad, ¿no estás de acuerdo conmigo?
PAULA- Entonces, a quienes dicen que diferencian entre sexo y amor en sus relaciones, ¿qué les dices?
PENÉLOPE- Que mienten o no necesitan pareja, pues una relación sin amor es, como dicen los tíos, “igual que cascársela”. Y no solo lo pienso yo. Erich Fromm sostenía, contradiciendo a Freud, que “en lo que al concepto de sexualidad sin amor se refiere (como simple satisfacción de la tensión sexual) la masturbación sería la satisfacción sexual ideal”. Y obviamente no es así. O ¿no estás de acuerdo?
PAULA- Ya, pero sabes que Freud nos negaba a las mujeres nuestra propia sexualidad.
PENÉLOPE- Y a estas alturas imagino que nadie defiende que la mujer es “un hombre castrado”. Nuestra sexualidad es específicamente femenina. Y eso también lo sostiene Fromm.
PAULA- En algo estamos de acuerdo.
PENÉLOPE- Presiento que vamos a mostrarnos de acuerdo en muchas cosas.
Sonreímos.
PENÉLOPE- Si no te ofreces decidida a dar y recibir con todos tus sentidos y sentimientos abiertos, es preferible comprar uno de esos jueguecitos a pilas para proporcionarse placer. Y en cuanto a los chicos, si no aman a la chica que se les entrega y les hace gozar, o reprimen sus sentimientos o se transforman en unos tontos insensibles. También suscribo que “la felicidad sexual es el resultado del amor”.
PAULA- ¿Vas a decirme que nunca has follado sin estar enamorada?
PENÉLOPE- No hablo de enamoramientos sino de sentir cariño. Y respondiendo a tu pregunta, sí he follado sin ternura y afecto, pero muy pocas veces. Recuerdo ahora la segunda noche con Richard en el hotel de la que hablas en la novela. Mi mente estaba con Javi, a quien había conocido unas horas antes, y acepté acostarme con Richard casi por compromiso. Pero puedo decirte que es de las poquísimas veces que no he disfrutado del sexo.
PAULA- Quizás se trata de que no todas aplicamos el mismo significado a la palabra amor.
PENÉLOPE- Puede, pero creo que el amor es un sentimiento suficientemente común para que todas sepamos distinguirlo. Lo que yo opino -y admito estar equivocada, por supuesto- es que algunas y algunos confunden una relación más o menos estable con el amor y conocemos también relaciones de meses y años en que abunda de todo menos amor. En cambio puedes ligar con un chico una noche, enamorarte, amaros y no volver a verlo en tu vida.
PAULA- Entiendo entonces que te refieres a que te gusta entregarte sin reservas en cada relación.
PENÉLOPE- Por supuesto, Paula. Para mí es la única manera de disfrutar de algo tan maravilloso como nuestra sexualidad. Entregando no solo mi cuerpo sino también compartiendo mis emociones. Que a veces alguna pareja me sale rana, puede. Pero ¿sabes lo que yo pienso? Que él se lo pierde.
El camarero es un tío muy viril o un poco salido, porque mientras nos sirve también mira descaradamente mi escote. Aunque no soy tan sexy como Penélope, todo el mundo dice que no estoy nada mal y como mis tetas son más grandes que las suyas y hoy luzco un vestido de tirantes bastante escotado se le escapan los ojos hacia ellas.
...

lunes, 17 de noviembre de 2014





Hola.

Bienvenidos todas y todos los seguidores de erotipaula ya que aquí os seguiremos contando la aventuras, amores y pasiones de la encantadora Penélope.