>>Jesús
lo obedece. Pero yo ya lo único que deseo es que termine lo que se
está convirtiendo para mí en un auténtico suplicio. Aunque me
sirve para que se disipen mis dudas sobre una relación que
consideraba incompatible y, viendo la cara de felicidad que se le
está poniendo a Jesús después de sus primeros llantos, incluso me
siento moderadamente satisfecha.
Como
también en ese momento veo que a la dulce Penélope se le humedecen
los párpados, se los seco con la yema de mi dedo pulgar, le acaricio
su linda melena y le ruego:
PAULA-
Pe, por favor, tranquilízate, cielo, no llores.
PENÉLOPE-
Gracias. No te preocupes, soy muy llorona pero estoy bien. Cuando
terminan -prosigue-, Sebas le da un azote en el culo a Jesús, lo
besa en la boca y le dice:
“Anda,
guapo, a ducharte y te vas. Mañana hablamos”.
>>En
ese instante solo ansío tomar la puerta y echar a correr como una
loca escaleras abajo detrás de Jesús.
“Sebas”,
le digo con palabras que tiemblan y apenas me salen, “debo irme,
mañana tengo que madrugar”.
“Pero
qué dices, guapa, si ni siquiera hemos echado nuestro polvo. No
querrás irte con el mal recuerdo de la polla de Jesús que he visto
que no te ilusionaba demasiado”.
“Pero
es que tengo clases a primera hora y necesito dormir”.
“Lo
que tú necesitas lo sé bien yo. Y de esas clases es mejor que te
vayas olvidando. ¿Qué pretendes con los malditos estudios?”.
“Pues
una carrera y el día de mañana poder ganarme la vida”.
>>Se
ríe, el muy cabrón.
“O
sea, dinero, al final todo se reduce a dinero. Pues si ese es el
problema no te preocupes. Conmigo puedes ganar mucho más en un año
de lo que ganarías con esos estudios de...
“Psicóloga”,
respondo con un hilo de voz.
“Comecocos.
No se necesitan más comecocos, ya hay demasiados en la tele, entre
políticos, curas, locutores de radio... Mira preciosa, tengo
trabajando para mí varias chicas, todas jovencitas y muy monas, pero
ninguna tan elegante, tan guapa ni tan sexy como tú y aún así se
ganan una buena pasta. Serías un bombazo. Tú y yo podemos hacernos
de oro”.
>>No
puedo creerme lo que me propone. Siento un nudo en el estómago y me
entran ganas de llorar pero me hago la valiente.
“Sebas”,
le digo utilizando su propio vocabulario, “¿no te importaría que
me follaran otros hombres?”.
“¿Follarte?”,
saltó como una máquina, “follarte solo voy a follarte yo,
preciosa. Con ellos se trata de simples negocios, clientes a quienes
prestas un servicio y cobramos. No creas que voy a ponerte en una
esquina como a una puta cualquiera. En mi agenda figuran nombres con
mucha pasta que estarían dispuestos a pagar lo que les pida por un
polvo con un bomboncito tan dulce como tú. Además te compraré
zapatos y vestidos elegantes y te llevaré a salones de belleza para
que le den un aire travieso a esta carita angelical. Me gusta que
parezcas una virgen pero un poco viciosa”.
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