ENTREVISTA
XXVIII
>>El
muy bestia entraba y salía como si de verdad quisiera cumplir su
amenaza de traspasarme. Sin embargo, tras cuatro o cinco
penetraciones comenzó a gustarme tanto aquella manera golosa y un
poco salvaje de amarme, que mis puñetazos se convirtieron en un
abrazo a su cintura al que entregué todas mis energías porque
deseaba sentirlo cerca. Muy muy cerca. Que nuestras pieles se
incendiaran con el roce.
>>Lo
rodeé con piernas y brazos y debí ponerme colorada porque me ardían
las mejillas y dijo:
“Qué
guapa te pones, Pe, cuando te ruborizas”.
>>Y
aunque intentaba reprimirme para que mis ruidos no despertaran a
nadie (la habitación de Montse iba pared con pared a la “nuestra”
y la de los tíos dos o tres pasos al fondo al otro lado del
pasillo), se me escaparon sin querer gemidos y más gemidos. Me
gustaba el tacto cálido de su cuerpo chocando contra el mío, y su
aliento como fuego a punto de incendiar el mucho alcohol que sin duda
se había tomado.
“Gime,
preciosa, sigue gimiendo”, me susurraba, para preguntarme el muy
gamberro a continuación “¿qué es lo que más te gusta?” y yo
le decía, “que me folles, Rafa, que me sigas follando”,
siguiendo al pie de la letra las instrucciones que me había
facilitado para responderle la primera noche que me lo preguntó y no
acertaba qué decirle.
“Cada
día me gusta más follarte, Pe y, tan jovencita, lo bien que follas.
Eres una criatura divina”.
“Tú
sí que sabes hacérmelo, Rafi”-le dije, y abrí los ojos y observé
su rostro tenso pero pleno de felicidad mientras su tronco se combaba
una y otra vez como un felino para golpearme con todas sus ganas
entre las piernas.
“Oh,
Rafi, eres el mejor”.
“¿Cuántos
te lo han hecho para comparar?”
“Ah,
secreto”.
>>Me
agarró la melena a la nuca intentando inmovilizarme, con el resto de
su cuerpo presionando sobre mí, me besó en los labios casi hasta
morderme y luego dijo:
“¿Te
ha follado ese cabrón?” No me mientas. Le negué moviendo la
cabeza y mirándolo con ojos de mimosa. “Ahora vas a enterarte de
lo que es un buen polvo”.
>>Me
reía por dentro porque, aunque apenas me permitía moverme y el
corazón me latía con estrépito, me encantaba sentirlo poderoso
cubriendo a una chica flaquita y débil como yo, y eso que pesaba lo
suyo y a diferencia de otras noches no se preocupaba de apoyarse
sobre los codos para no lastimarme.
>>Me
pareció increíble que con solo diecinueve años supiera lo que
sabía, entrándome hasta el fondo si mi deseo era lo que demandaba o
deleitándome zonas que nunca hubiera imaginado tan sensibles,
incluso superficiales, donde el placer que conseguía no era menor.
Yo seguía abrazada a él, ardiendo y a punto de estallar, cuando,
intuyendo -no solo por mis gemidos- lo que me sucedía, me golpeó
más fuerte que nunca, contrayendo sus glúteos, sofocado pero
incansable en su intento por complacerme, y consiguió que me
corriera.
PAULA-
Imagino que también intentaría complacerse a él mismo.
PENÉLOPE-
Era muy generoso en las relaciones sexuales.
PAULA-
¿Era?
PENÉLOPE-
Es. Creo que llegamos a olvidarnos del lugar donde nos encontrábamos
y preparamos cierto alboroto. Nos besamos a lo bruto. Ahora los dos.
Rodamos sobre la cama, sin separarnos un milímetro, y al situarme
encima de él me soltó el pelo. Yo sonreí y le dije:
“¿No
piensas terminar?”. Aunque como me sentía muy agradecida
continuaba colaborando en la medida de mis posibilidades.
>>Él
tardaba mucho en correrse. Puede que por culpa de las cervezas y los
cubatas que se habría bebido. Ya no aceleraba como al principio.
Parecía que le costase esfuerzo elevarme, aunque me seguía llegando
bien al fondo y susurraba entre dientes:
“Pero
que buena estás primita, ¿te he dicho que es una gozada follarte?”.
“Oh,
no, no te lo había oído nunca”.
“Quieres
que lo repita otra vez, ¿eh, viciosilla?”
>>Me
elevó otras cuatro o cinco veces y luego se relajó tanto que pensé
que fuera a dormirse bajo mi cuerpo. Si te soy sincera, yo casi me
estaba cansando.
PAULA-
Claro, cuando la niña lista alcanza su clímax ya no le importa
desentenderse de su pareja...
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