ENTREVISTA
XXXI
PAULA-
¿No te sorprendieron nunca las complicidades y el silencio de
Montse?
PENÉLOPE-
¿Qué insinúas?
PAULA-
Yo solo formulo preguntas.
PENÉLOPE-
Por supuesto que dudaba de las tretas del granuja de Rafa -como lo
llamaba la abuela- para convencer a su hermana. En un principio lo
atribuí a esa habilidad suya para camelarnos a las mujeres, desde la
propia abuela, a su madre, a Montse o a mí -y a todas las demás,
por supuesto-. Pero es que entonces yo lo quería mucho y también lo
consideraba solo granuja. Cuando comencé a considerarlo un verdadero
cabrón no te niego que llegué a plantearme que hubiera entre ellos
algo más que cariño de hermanos.
PAULA-
¿Observaste algún comportamiento o situación que te animaran a
pensarlo?
PENÉLOPE-
Si soy sincera tengo que decirte que no. A Rafa le seguía gustando
tomarle el pelo. A veces la insultaba pero con menos mala uva.
PAULA-
Lo que puede considerarse lógico si tenemos en cuenta el favor que
os estaba prestando.
PENÉLOPE-
Recuerdo que incluso una vez que la llamó gorda (uno de sus insultos
favoritos) y ella se enfadó, en lugar de hacerle una invitación fea
de esas de “vete a tomar por...”, que dicen los chicos, la tomó
entre sus brazos e intentó calmarla.
“Que
no estás gorda, hermanita. No tienes el tipo fino de Pe, pero estás
muy buena y a los tíos les suelen gustar estos culos grandes”, le
dijo sonriendo y mientras se lo palmeaba en tono de broma.
>>Montse
no se molestó. En el fondo adoraba a su hermano, pero siendo
honesta, aunque en tiempos albergara mis dudas y lo cabronazo que lo
considero con las mujeres, no creo que él se atreviera a acostarse
con su hermana. Y tampoco Montse es una quedona ni de las que buscan
a los chicos. Siempre nos han tenido a las dos por las formales en la
familia.
PAULA-
Vaya, pues esa comparación no creo que le ayude mucho en el análisis
del asunto del que hablamos.
PENÉLOPE-
No seas pánfila, Paula, Montse nunca ha sido mucho de novios ni
rolletes. De hecho a día de hoy sigue sin pareja y ya te digo que
salvo aquella ocasión nunca observé entre ellos comportamientos que
me indujeran a sospechar. Existirían otros motivos. O simplemente
Montse nos quería y le hacía ilusión ayudarnos y que fuéramos
novios. También conseguía acercarse más a su adorada prima, a la
que siempre ha querido como a una hermana. En el pueblo se acaba
enterando una de todo y si hubiera habido algo raro, antes o después,
me hubiese enterado. Mira, con Miqui ya es otra historia.
PENÉLOPE-
Sí, la de la tía Micaela.
PAULA-
¿Te consta que se acostaran?
PENÉLOPE-
Aquel verano no, pero en los siguientes en varias ocasiones los
encontré tonteando, gastándose bromas y enredándose en juegos que
a veces solo sirven para meterse mano. Miqui sí era quedona. Y
atrevida. Descarada, decía mi madre. Como te dije, no levantaba
medio metro, pero con sus curvas, su descaro, subida a plataformas en
las que se necesita de un buen equilibrio para caminar, pintadísima
de ojos y labios y la manera en que vestía, generalmente tops que
apenas le cubrían los pechos, remarcándoselos bien, o bodys muy
escotados y pantaloncitos tan cortos que no solo dibujaban su culo
sino que la mayoría de las veces iba enseñando la nalgas, era casi
un escándalo y provocaba mucho a los tíos del pueblo.
PAULA-
Hoy en día en los pueblos ya se viste y se vive con la misma
libertad que en las ciudades.
PENÉLOPE-
No te creas, sigue habiendo mucho control social y les encanta el
cotilleo. De hecho, en lo que se refiere a Rafa y a mí, como después
de la última fiesta nos veían mucho tiempo juntos comenzaron a
llegarme rumores así a las claras, de que me estaba follando. No
podían entender que nos quisiéramos.
PAULA-
Estabais follando, Pe.
PENÉLOPE-
Pero también nos queríamos. Al menos yo lo quería. Y tampoco soy
injusta. Hay chicos majos, pero mucho salido, e incluso mayores que
en cuanto te ven un poquito ligerita de ropa se piensan que eres una
puta con la que se pueden acostar cuando quieran.
PAULA-
Oh, hija, creo que exageras.
PENÉLOPE-
No exagero. Aunque Miqui no es de las que se cortan. Con piropos más
inocentes yo me ponía colorada pero en cambio a ella la he visto
revolverse a los tíos que se los decían, algunos diez o veinte años
mayores que ella, e increparlos o simplemente llamarles cerdos o
hijos de puta. Es muy mal hablada.
PAULA-
Me gustan las chicas que saben defenderse.
PENÉLOPE-
Vaya si sabía, pero hay otras maneras. Y en cuanto a sus tonteos con
Rafa, en más de una ocasión los encontré toqueteándose y riendo.
Viniendo de él sí que le gustaban los piropos y a lo menos que se
atrevía era a retarlo cuando él le decía alguna cochinada. A veces
pensaba, “bromas de primos que se llevan bien, que a mí me
resultarían atrevidas en público”. Pero otras veces consideré
seriamente que se la estaba follando, aunque puede que lo atribuyera
a los celos. Para entonces ella ya había cumplido los dieciséis y
aunque por la estatura y la cara de cría seguía pareciendo que
tuviese trece, encandilaba a los tíos tanto y más que yo.
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