Sonríe
y apoya una de sus manos sobre la mía.
PENÉLOPE-
Me gusta que el chico que me acompaña disfrute conmigo, te lo juro,
pero no es menos cierto que en esos maravillosos momentos me cuesta
mucho concentrarme en nada que no sea mi propia satisfacción. Quizás
por eso no soy nada buena, lo reconozco, en prácticas como el 69. Te
hablo de una experiencia más actual. Creo que fue Javi el primero
que me lo propuso y recuerdo que cuando su lengua comenzó a lamer mi
sexo y se me alborotaron todas las endorfinas del placer, me quedé
quietecita como una payasa y, aunque seguía intentando que se la
chupara, yo me desentendí completamente de su miembro, me lo saqué
de la boca y empecé a chillar concentrada únicamente en lo que él
me hacía con su lengua ahí abajo. Luego le expliqué de la manera
más delicada posible que cuando me corro me quedo sin fuerzas y solo
me apetece deleitarme en lo que me están haciendo, y no repetimos.
PAULA-
Podíais haber alternado.
PENÉLOPE-
Alternamos en aquella ocasión, pero para entonces, viviendo aún las
secuelas de mi delicioso orgasmo lo único que me apetecía era
quedarme tumbada, inmóvil entre los brazos de mi chico recibiendo
sus caricias.
PAULA-
Veo que además de viciosa eres muy egoísta.
PENÉLOPE-
Si eso es ser egoísta, acepto, soy egoísta. En cuanto a Rafa,
cuando terminó, intercambiamos dos cariñosos besos, extendió uno
de sus brazos sobre mi estómago y se quedó dormido. Así de rápido,
te lo juro. Yo, que también soy una chica prudente, esperé para
moverme hasta que me creía segura de que ya no iba a despertarlo,
con la sana intención de regresar con la prima Montse.
PAULA-
Satisfecha.
PENÉLOPE-
Muy satisfecha. Pero con Rafa nunca se sabe. Ya me había sentado en
el borde de la cama resignada a incorporarme cuando su mano me ciñe
desde atrás. Del susto casi salto. Vuelve a tumbarme de espaldas.
“¿Qué haces?”, le digo en el volumen más bajo de voz que
puedo, “no ves que está a punto de amanecer, no seas...”. No me
dejó terminar. Me tapó la boca con la suya. El cabrito estaba
empalmado de nuevo y me di cuenta, incluso antes de que se me
colocara encima, de que no iba a dejarme ir sin echarme otro polvo.
>>Me
resistí de mentirijillas, como jugando pero advirtiéndole del
peligro de que amaneciéramos juntos en su cama. Pero me colocó la
mano en la entrepierna, como si se tratara de un detector de mentiras
y susurró:
“Pero
si estás empapada otra vez, muñeca. Lo deseas más que yo”.
>>Lo
pellizqué con todas las ganas en el culo. Y para chincharme me dijo
-eso sí, sin detener sus tramposas caricias-:
“Si
no quieres, lo dejamos”.
>>Acababa
de penetrarme con el mismo vigor que unos minutos antes, llevando sus
manos a mis nalgas para elevarme el culete. Te lo juro, Pau,
follándome el muy cabrito con mi cuerpo en el aire, solo apoyada en
cabeza y talones, cuando oímos una puerta y luego pasos.
“Rafi,
¿oyes?”, le dije.
“Chiss”,
me respondió, deteniéndose y hundiéndome en el colchón pero sin
salirse. “Mi padre a veces se levanta al baño, le falla la
próstata. No te preocupes, no tarda un minuto”.
>>Permanecimos
expectantes en esa extraña postura hasta que oímos vaciarse el agua
de la cisterna. Entonces, como si hubiera sonado la señal de salida
en una prueba atlética comenzó a moverse de nuevo dentro de mí.
Tan impetuoso como toda la noche. O puede que más, porque no
recordaba que nunca me hubiera llegado a los sitios que me llegaba.
>>La
gozosa sensación de plenitud que de pronto invadió mis
interioridades femeninas amenazaba con desmayarme. Sentía tanto
placer que puede que emitiera algún sonido involuntario. O que
sonara el somier de su cama con la feroces embestidas con que me
hundía en el colchón porque las manos me las había colocado en
torno al cuello con la disculpa de ayudarme a que se las aguantase,
aunque siempre se las aguantaba sin necesidad de ayuda. Lo cierto es
que de pronto, sin que oyéramos otros ruidos que los nuestros, se
abrió la puerta, y a mi tío Venancio gritando:
“¡Rafa,
saca ahora mismo a esa puta de aquí!”.
“Hostias,
papá, cierra”, le dijo él mientras trataba de cubrirme el rostro
con la sábana, “ya se va”.
>>Y
a mi tío, cerrando la puerta de golpe -imagino que avergonzado-, aún
le oí decirle, “te he dicho mil veces que no me traigas tus zorras
a casa. Y para colmo con tu hermana y tu prima en la habitación de
al lado”...
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