EMO...
-Te
has comido todo lo que te he servido en el plato como la buena chica
que eres. Ahora es a mí a quien me toca comerte.
-¿Enterita?
Mira que aunque estoy flaca -bromeé- la carne que rodea los huesos
tiene mucha sustancia.
-¿Por
dónde quieres que empiece?
-Por
donde tú quieras.
-Antes,
ven, tengo algo para ti- dijo, y tomándome de la mano me condujo a
su dormitorio y me acercó a una cómoda, de cuyo uno de sus cajones
sacó un estuche que contenía un precioso collar de perlas. Me lo
colocó en torno al cuello delante del espejo y comentó:
-Son
de nácar. Auténticas como tú.
-Pero
profe, cielo, no tienes por qué hacerme regalos, y además yo nunca
he sido de collares.
-Este
quiero que lo luzcas para mí.
La
verdad es que el collar me quedaba divino e incluso desnuda confería
a mi cuerpo un toque de elegancia y distinción que resultaba muy
sexy. Tanto que, aunque no soy nada presumida, me gustaba mirarme.
Estampé en su boca un beso de sentida gratitud y le dije:
-Lo
luciré esta noche como deferencia exclusiva a mi apasionado profe,
después…
-Chssss
–dijo, colocando su dedo índice en mis labios. No hablemos ahora
de después. Disfruta este momento. Y tomando mi mano izquierda en su
mano derecha me condujo hasta el tocador de su esposa y me pidió:
-Siéntate
–apoyando sus dos manos en mis hombros como ayuda para sentarme en
el cómodo sillón estilo Luis XVI- Quiero que te pintes
-Pero
si no me pinto casi nunca. Se puede decir que no sé ni pintarme.
-Seguro
que sabes. Eres una niña muy lista.
-¿Sólo
lista?
-Solo
lista.
-Vale
¿Te apetece que te prepare un Cosmopolitan?
-Creo
que no me vendría nada mal para seguirte el ritmo esta noche.
-Entonces
mejor que te prepare uno doble y con dosis extra de cointreau.
-Oh,
¿tanta entrega me vas a exigir?
-Imagina.
Me he pasado la mañana durmiendo –bueno, y soñando contigo-. A
mediodía han venido a darme un masaje…
-¿De
chica?
-Dos
chicas. Y antes de recogerte en la tienda me he relajado media hora
en el jacuzzi. Ahora me encuentro como un chaval de dieciocho años.
Así que prepárate.
-Según
me lo pones no me queda otro remedio que aceptar ese Cosmopolitan
doble. Vas a convertir en una viciosa a una chica tan formal como yo.
-Tienes
cara de niña buena -otra vez insistiendo en lo de niña, que no le
quise reprochar porque su voz ya me sonaba entre excitante y dulce-
pero en tu mirada veo mucha picardía.
-Pues
no soy nada traviesa.
-Ah,
¿no?
Comprobé
a través del espejo cómo la sonrisa iluminaba sus labios mientras
me colocaba mi linda melena detrás de las orejas para apoyarla sobre
uno de los hombros. Me besó en la nuca.
-Un
poco traviesa sí que eres.
-¿Tú
cómo lo sabes?
Sus
manos me acariciaron el cuello y los hombros y luego las descendió
pecho abajo hasta rozarme los pezones, tan suave como una caricia
involuntaria.
-¿Y
las clases? –le pregunté para disimular la intensa excitación que
me estaba provocando.
Ni
me miró. Sus manos abandonaron mi cuerpo y continuaron abriendo
cajones y sacando pinceles, lápices, máscaras para ojos, delicadas
cajitas de maquillaje o colorete y hasta cachivaches de los que
desconocía su uso e iba colocando sobre la plancha de mármol del
tocador.
-Llamé
al colegio diciendo que me había subido la fiebre. En realidad la
temperatura de mi cuerpo se encuentra desde ayer elevada como mínimo
uno o dos grados.
-Vaya
con el profe. Y yo que te consideraba un auténtico caballero.
-Lo
soy.
-Pero
algo golfillo y después hablas de mí.
-Todos
tenemos un lado oscuro.
-Yo
no.
-Eres
demasiado joven. Quizás no te ha dado tiempo a descubrirlo, pero
descuida que esta noche puede que lo descubramos entre los dos.
Ese
tipo de advertencia me estremeció, como si planeara someterme a
alguna prueba límite o embarazosa por las dificultades. “Vaya,
seré boba”, me dije, “lo único que pretende es excitarme”. De
hecho, la extraña conversación continuaba excitándome.
No
considero necesario aclarar que todos los cosméticos que se
mostraban ante mis ojos eran de las mejores marcas.
-Una
condición –le dije.
-Tú
dirás.
-Que
no te quedes aquí mirando mientras me pinto.
-De
acuerdo. Prepararé nuestros cócteles y me sumerjo unos minutos en
el jacuzzi. Cuando termines de ponerte guapa guapa, pasas para que te
vea.
Y,
tras recorrer suavemente mis clavículas con sus manos, desapareció...
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