viernes, 9 de enero de 2015

Sexy entrevista a Pe.


ENTREVISTA XXVII
>>Y es que me había puesto muy muy cachonda. La noche que más, como si hubiéramos bebido juntos. Yo misma notaba mi sexo abriéndose a sus caricias como el capullo de una rosa bajo los influjos de los rayos del sol.
>>Mientras jugaba con la punta de su duro miembro sobre él, me dijo en un tono que sonaba a celos:
“Esta tarde te he visto con Santi”.
“Solo hablábamos”.
“Y te cogía del brazo para acercarse a tu oído y reías”.
“No seas tonto. Solo me estaba pidiendo disculpas”.
“Ese hijoputa te acabará follando, Pe”.
“Rafi, ¿quién piensas que soy? Si lo hago contigo es porque te quiero. No pienso hacerlo con nadie más”.
“Qué bien mientes, golfilla”
“No te miento”.
>>La verdad es que no había parado con Santi ni cinco minutos. Nos encontramos casualmente en la plaza del pueblo. Pensaba saludarlo con un simple adiós y seguir mi camino porque lo seguía teniendo miedo después de lo que me contaron de él, pero se acercó para disculparse por cómo había terminado nuestro baile en la verbena y no supe esquivarlo. No le mentía a Rafa. Me dijo también (Santi) que le había fastidiado (jodido, fueron sus palabras) que no nos fuésemos juntos porque lo hubiéramos pasado muy bien. Le había gustado mucho cómo bailamos. “Tú y yo nos compenetramos, estamos hecho el uno para el otro. Tenemos que vernos una noche”, me dijo con una media sonrisa que resultaba seductora en su cara de golfo. Aseguró que no me iba a arrepentir. Incluso propuso que nos viéramos aquella noche y se ofreció a pasar a recogerme después de cenar. Yo sonreí pero dándole largas y fue cuando se me acercó al oído rozando mi mejilla para decirme, “que no se entere tu primo”, como si diera por hecho que lo aceptaba, “ese capullo me consta que está colado por ti y el muy gilipollas es capaz de cualquier cosa si considera que le pones los cuernos”. Pero claro eso no se lo iba a decir a Rafa.
“Entonces ¿por qué le dejabas que se acercara tanto?”
“No lo dejaba, Rafi. Son imaginaciones tuyas.”.
“Solo le faltó morrearte. Ese tío te pone caliente, primita”.
>>No supe contestar. Y entonces él, furioso, creo que ciego de celos, murmuró algo cochino entre dientes a lo que prefería no responderle y de un solo impulso me la metió hasta el fondo.
“Bruto”, le dije, “me has hecho daño”. Y con el puño cerrado lo golpeé en la espalda.

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