miércoles, 3 de diciembre de 2014



ENTREVISTA VII

PENÉLOPE- Verás, me desperté sobre las ocho menos cuarto y salté materialmente de la cama, me vestí y entré en la cocina dispuesta a prepararme el desayuno. Quería ofrecerle apariencia de normalidad. Él aún dormía. Pero a los pocos segundos ya la tengo a mi espalda, abrazándome y prodigándome cariñosos besos. “Con este hombre es para volverse loca”, pensé.
“¿Sigues empeñada en ese rollo de los estudios?”.
“Sebas, cariño, es necesario que vaya, si no mis padres me matan”.
“De acuerdo, pero entonces te llevo yo”.
“Vale”, le dije, sonriendo y abrazándolo para que pensara que ese detalle me ponía muy contenta.
“Y hablando de tus papis, les tienes que informar que vas a venirte a vivir a esta casa conmigo”.
>>Regresaba el pánico a alterarme los nervios.
“Oh, Sebas, lo intentaré, pero son muy estrictos, no creo que lo consientan”.
“Una chica tan lista como tú consigue lo que quiere. Y si no, me traes a la mami que verás cómo la convenzo yo”
“¿Vas a empezar otra vez con lo de mamá?”, le pregunto simulando tono de broma. “Voy a acabar sintiendo celos de ella”.
“Existen muchas posibilidades”, me dice el muy canalla.
>>A las nueve menos veinte, sin embargo, accede a llevarme a la facultad en su coche, un BMW impresionante de no sé cuantos caballos con los asientos de cuero y un equipo de música como el de la mejor discoteca y que, por cierto, consigue que suene al mismo volumen.
>>En todo el recorrido siento ya que el corazón se me sale por la boca ideando estrategias a las que siempre les veo escasas posibilidades de éxito. Conduce muy deprisa, lo que, en cambio, no le impide mirarme y con una de sus manazas pellizcar la cara interna de mi muslo.
“Con estos pantaloncitos vas a poner muy cachondos a tus colegas y hasta a los maestros más carcas”.
“¿Celoso?”.
“No, me encanta que los pongas cachondos”.


>>Me deja a la entrada de biológicas porque le indico que esa es mi facultad, en un inocente recurso de despiste.
“¿A qué hora sale mi niña?”
“A las dos”.
“Perfecto, esta mañana tengo bastantes asuntos que resolver, pero a las dos en punto me tienes aquí. No te muevas hasta que llegue”.
“Vale”, le digo, y le doy un cariñoso beso para que me crea.
>>Como esperaba, no se conforma con ese tipo de beso. Me ciñe por la cintura y me morrea con pasión, metiéndome la lengua, succionando mis labios con tal ansia que temo que vuelva a excitarse y pretenda tirarme en el coche.
PAULA- ¿Temías o deseabas?
PENÉLOPE- No seas mala, Pau.
>>Lo único bueno que tiene el muy capullo es que se siente tan seguro de sí mismo que, como ya comprobé la tarde que nos encontramos en la calle, no resulta demasiado difícil engañarlo.
>>Entro en Biológicas, me coloco detrás de las cristaleras para expiarlo y observo que permanece en el coche sin moverse de una zona con señales de aparcamiento prohibido. Creo que el muy imbécil espera sorprenderme en algún renuncio.
PAULA- O puede que confirmar sus dotes de macho al que se le rinden las hembras.
PENÉLOPE- Tampoco me parece mala apreciación para él. Lo que yo hago es quedarme una media hora recorriendo los pasillos de la facultad y cuando compruebo que se ha ido, vuelvo a salir para dirigirme a mi casa. Como no soy tan tonta, cruzo el campus en dirección contraria a la que habíamos llevado. Y menos mal, porque desde lejos observo su coche aparcado disimuladamente entre otros dos, a la esquina del edificio de Farmacia.
>>Corro a todo correr en los tramos sin bus. No sabes el alivio que me invade cuando oigo cerrarse la puerta del piso a mis espaldas.
PAULA- Lo imagino.
PENÉLOPE- Una de mis compis de piso se llama Paula también como tú.
PAULA- Lo sé.
PENÉLOPE- Sudaba, me temblaban las piernas y el corazón me seguía latiendo a lo loco. Ella era la única que se encontraba en casa a esas horas. “¿Qué te sucede?”, me preguntó. “Un maldito loco creo que me sigue y he echado a correr”, le dije. “¿Otra vez la Penélope miedica viendo violadores por las esquinas?”. No le respondí. Me encerré en mi cuarto y me puse a llorar hasta que rendida en la cama se me cerraron los ojos.
PAULA- No voy a preguntarte cómo resolviste el problema porque en buena medida ya lo conocemos, pero me gustaría saber si ese suceso influyó para que te liaras con Javi.
PENÉLOPE- Entonces pensaba que no. Javi era un tío muy interesante, rico, educado y, aunque un poco chulo también, creo que nos enamoramos. Por supuesto, ese mes no volvería a pisar terreno universitario. Sabía que a tales alturas tampoco iba a influir en mi expediente académico. Y que Javi se quedara a pasar las noches conmigo no niego que me proporcionaba cierta seguridad. Pensándolo ahora no me costaría en cambio darte la razón en que puede que buscara en él un “guardaespaldas” más que un amante. Pero lo cierto es que hasta la noche en que Marta me comunicó en otra de esas divertidas fiestas que preparaba para mí, que al cerdo de Sebas lo habían enchironado y le habían caído, si no recuerdo mal, unos diez años de cárcel, no me sentí verdaderamente tranquila.

PAULA- En nuestras conversaciones previas para el borrador de “Emociones Íntimas”, me iba percatando de que resulta difícil encontrarte con una pareja de tu misma edad. En la mayoría de los casos te gustan mayores (incluso muy mayores para ti, diría yo).
Sonríe.
PENÉLOPE- Bueno, también cuenta David que es ocho años más joven.
PAULA- Reconocerás que se trata de una excepción. Si no he echado mal las cuentas Sebas y Javi te sacaban entre siete y diez y no digamos nada de Richard, Jose Luis (tu profe de antropología) o el mismo Alex, que sobrepasan de largo la diferencia de veinte.
PENÉLOPE- Alex no. Solo me lleva dieciséis.
Ahora la que sonrío soy yo.
PAULA- En todo caso David confirmaría que las que te llenan son relaciones que huyen de compañeros de cole o facultad, chicos de edades cercanas a la tuya. ¿Van por ahí los tiros?
PENÉLOPE- Para ti no es nuevo que el verano de mis diecisiete añitos tuve un novio del pueblo de mi abuela apenas unas semanas mayor.
PAULA- Lo recuerdo.
PENÉLOPE- También sabes que estábamos muy enamorados y todo resultaba maravilloso, mantuviéramos la más tonta de las conversaciones o paseáramos por sendas ya recorridas cientos de veces.
PAULA- Suele ser lo habitual a esos años.
PENÉLOPE- Pero cuando mantuvimos nuestra primera -y última- relación sexual, resultó tan decepcionante, que a los pocos días rompimos. Puede que no te falte razón. Lo que hemos vivido en la adolescencia siempre nos marca.
PAULA- Aún así mantengo mi tesis de que los buscas mayores, Pe. ¿ No hay algo más?
Veo que se ruboriza. Me toma las manos en un gesto que se está convirtiendo en costumbre entre nosotras.
PENÉLOPE- Puede que haya algo más.
PAULA- ¿Vas a contarme?
PENÉLOPE- Oh, Paula, nunca he hablado de esto con nadie, es como un secreto que llevo muy guardadito en el fondo en mi corazón y me da un poco de apuro sacarlo. Pero como veo que eres una curiosona, te lo contaré.
PAULA- Que conste que no pretendo coaccionarte.
PENÉLOPE- Ah, ¿no?, pues yo ya me siento como si estuviera sometida a la máquina de la verdad.
PAULA- No seas pilla.
PENÉLOPE- ¿Lo soy?
PAULA- ¿Esa sonrisa traviesa?
PENÉLOPE- Serán nervios. Recordar lo que estoy recordando me pone un poquito nerviosa.
PAULA- En todo caso, habla solo de aquello que te sale, sin censura pero sin coacciones, ni externas ni internas. Lo prefiero.
PENÉLOPE- Lo decía en broma, bonita. Tú eres la única persona que puede entenderme, nunca juzgas mis actos por horribles que suenen y pienso que me ayudará verbalizarlos. Mi propio psicoanálisis con mi biógrafa, qué bien, ¿no?
PAULA- De todas maneras, no me importa que eludas detalles que puedan resultarte incómodos. Y en cuanto a tu comportamiento, nada, ni lo que conozco ni intuyo, lo considero horrible. Ni creo que quien posea un mínimo de sentido común puede considerarlo horrible.
PENÉLOPE- Gracias. Y descuida, lo único que quiero es mostrarme sincera conmigo misma. Diré lo que me salga del alma.
PAULA- Esa me parece una decisión inteligente.
PENÉLOPE- Desde pequeñita he pasado cada verano en el pueblo de los abuelos, en la casa que hoy es mi casa. Disfrutaba mucho de la sensación de libertad que se respira en las calles, de los juegos con mis primas y otras niñas y niños que también pasaban allí sus vacaciones y del cariño de mi abuela que me quería mucho ¿Tú no desciendes de pueblo?
PAULA- No, y bien que lo siento, porque no eres la primera a quien oigo maravillas de ese tipo de infancia libre, en la calle todo el día jugando y descubriendo los inocentes pero maravillosos secretos que nos ofrece la vida a esos años y lejos del agobio de los padres.
PENÉLOPE- Para mí han sido, sin duda, los más felices.
PAULA- ¿Tienes muchos primos?
PENÉLOPE- Las hijas de mis abuelos son tres: mi tía Araceli, que es la mayor y de ella nacieron mi primo Rafa, mi prima Montse de la que ya te he facilitado noticias (somos del mismo año y la considero como una hermana para mí), luego viene mamá (creo que aún no te he dicho que se llama María) y la pequeña, Micaela, la madre de Miqui (un año menos que Montse y que yo) y de los mellizos, Roberto y Noé.
PAULA- Vaya, solo con ellos ya podíais formar una buena pandilla.
PENÉLOPE- En realidad, mi compi de juegos era Montse. Rafa nos lleva cuatro años. Aunque no es muy alto, sí fuerte y un poco bruto y todos -incluida yo- le echábamos veintitantos. Además la jovencita Penélope reconozco que siempre ha sido un poco infantil.
>>A su hermana, Rafa le contestaba con groserías y a veces le llamaba gorda para hacerla rabiar. Pero yo no puedo quejarme porque conmigo siempre fue muy cariñoso y amable. Ya decía mi abuela, “Pe, tu primo Rafael es un poco granuja”. “¿Granuja, yo?”, le preguntaba el muy pillo mientras le estampaba un beso en la cara -también era un adulador cuando se lo proponía, incluso con la abuela-. “Pero como ves, es muy cariñoso y desde pequeñita has sido su ojito derecho, ya puedes quererlo” .




No hay comentarios:

Publicar un comentario