Se nos
acerca el camarero de los rizos con una bandeja en que porta canapés.
Nos los ofrece y le damos las gracias. Pe moviendo su cabeza en
sentido negativo. Yo tomando uno de queso y anchoa que me comeré de
un solo bocado.
PAULA-
No será que ya entonces no te conformabas con cualquier cosa -le
digo sonriendo.
PENÉLOPE-
Juzga tú misma. Esperaba las fiestas del pueblo con verdadero
alborozo. El primer disgusto -aún pequeño disgusto- me llegó
cuando mamá, después de sus cariñosos besos e interesarse por lo
bien que me lo estaba pasando, me advirtió, al comentario sin
malicia de mi abuela sobre el mucho tiempo que pasaba con Rafa y lo
bien que nos entendíamos:
“No
quiero que andes con tu primo”
“Pero,
¿por qué?, mamá”
“Es
muy mayor para ti”.
“Solo
me lleva cuatro años, papá te lleva ocho”.
“¿A
qué te refieres con que solo te lleva cuatro años? No estaréis
saliendo”.
“Mamá,
por favor, es divertido y lo pasamos bien juntos. No tengo ningunas
ganas de novios”.
>>Le
mentía, porque en el fondo de mi corazón, yo ya consideraba a Rafa
mi primer y único novio.
PAULA-
¿Y él a ti?
PENÉLOPE-
Incluso hoy dudo de las verdaderas intenciones que lo animaban a
salir conmigo.
PAULA-
¿Resultaron divertidas las fiestas?
PENÉLOPE-
Las peores con diferencia de toda mi vida. Soy muy romántica y
soñaba que en el baile de la verbena Rafa me sacase a bailar y,
aunque no bailásemos como nos gustaría, poder transmitirnos a
nosotros mismos en público lo que sentíamos el uno por el otro.
PAULA-
Y que os vieran, claro, algo que a él puede que no le interesase
demasiado. Pero por lo que veo, el muy sinvergüenza no sacó a su
primita a bailar.
PENÉLOPE-
No te burles, Paula. Me dolió mucho no solo que no me sacara a
bailar si no que bailara y muy pegadito, dándose un buen lote como
me insinuaba mi prima con intención de chincharme, con Palmira, una
chica de diecisiete, dos más que yo, guapa y bastante quedona con
los tíos pero que tampoco es que fuera para tirar cohetes. Mientras
me mordía los labios de rabia al verlos bailando delante de mis
narices ya sospeché que ellos fueran novios y, aunque entonces me lo
negó, lo cierto es que hoy es la madre de su hijo.
PAULA-
¿Su esposa?
PENÉLOPE-
Su ex. Acaban de divorciarse.
PAULA-
Pobre, Penélope. Te compadezco. Sé cómo se sufre a los quince si
ves al chico que amas con otra chica.
PENÉLOPE-
No creas que me quedé de brazos cruzados. Santi, un chico del pueblo
con el que no había cruzado una palabra en mi vida se acercó a
pedirme que bailara con él. Iba a negarme porque ninguna de mis
amigas bailaba, pero miré de reojo a mi primo y al verlo diciéndole
a su novia algo que la hizo reír, coloqué mis manos sobre los
hombros de Santi y comenzamos a bailar.
>>Era
la primera vez que bailaba agarrada con un chico y puede que me
moviera a lo pato.
“No
te preocupes, tú deja que te lleve” -me dijo Santi con un tono
pícaro de voz cuando tuve que disculparme por un torpe pisotón,
ciñéndome bien ceñida por la cintura.
>>Le
extrañaba que nunca hubiéramos hablado. A mí, en cambio, no me
extrañaba porque tenía muy mala fama en el pueblo, pero me limité
a sonreír porque no iba a decirle que lo tachaban de golfo.
PAULA-
¿Era mayor que tu primo?
PENÉLOPE-
Parecía más joven, pero si tanto te importan las edades...
PAULA-
No me importan, simplemente me orientan.
PENÉLOPE-
Según el propio Rafa le sacaba un año o dos, así que andaría por
los veinte o veintiuno.
PAULA-
¿Estaba bueno?
PENÉLOPE-
No estaba mal, aunque era algo más bajo que yo. Lo que sí te digo
es que bailaba de un modo bastante descarado. Sin apenas moverse pero
subiendo una de sus manos por la espalda como si quisiera comprobar
si llevaba puesto sujetador y una vez a esa altura, presionando,
rozaba mis pechos en el suyo mientras su otra mano descendía y
presionaba también. Yo procuraba porfiar con los codos para
mantenerlo alejado, avergonzada de percibir su erección cuando
introducía de manera exagerada su muslo derecho entre mis piernas.
Pero en uno de los giros mis ojos se encontraron con los de Rafa e
instintivamente (te lo juro) extendí los brazos en torno a su
cuello. Sentía una intensa satisfacción observando odio y celos en
la mirada de mi primo.
>>En
cambio a Santi debí de ponerlo muy cachondo. Aprovechando que la
camiseta que vestía me quedaba corta, accionó con sus dedos para
colocarlos directamente sobre la carne de mi cintura. Incluso, el muy
atrevido, coló las puntas bajo el ribete de mis shorts. Comenzaba a
disfrutar con el baile. Me estaba adaptando muy bien a su ritmo. Debo
reconocer que cuando quería bailaba de maravilla y yo me abandonaba
como una pluma en sus brazos. Había conseguido ponerme muy caliente.
PAULA-
Eso no resulta muy difícil, Pe.
PENÉLOPE-
Mira que eres mala.
PAULA-
No, sincera. Aunque te confieso que a mí tampoco cuesta mucho
excitarme si las circunstancias lo propician.
PENÉLOPE-
Lo propiciaban. Aunque yo no dejaba de ser una chiquilla ingenua y
Santi un tío un poco canalla con el que me daban miedo ciertas
licencias.
PAULA-
Nadie lo diría.
PENÉLOPE-
Me cegaban las ganas de chinchar a Rafa. Recuerdo que Santi comentó
algo gracioso que me hizo reír como pocos minutos antes había visto
reírse a Palmira.
“Te
pones muy guapa cuando te ríes”, me dijo, y otro piropo atrevido
sobre mis grandes y carnosos labios que me ruborizó.
“También
te favorecen estos colores”, y pellizcó un moflete para luego
abrazarme.
>>Pensé
que quizá no fuera tan gamberro y los comentarios en su contra se
debieran a gente que no lo quiere bien. Me colocó el pelo detrás de
las orejas mientras yo lo miraba embelesada como una boba. Luego
juntó su cara a la mía que debió enrojecerse aún más pero
tampoco le puse pegas. Comenzaron a aletearme mariposas en la boca
del estómago. A veces descendía uno de sus dedos por mi columna
vertebral y entonces mis brazos presionaban su espalda como si
tuviera miedo a caerme. Aunque mientras bailábamos tan pegados,
cuando colocó sus labios sobre mi mejilla y me besó, alejé mi
rostro hacia atrás y le dije:
“¿Qué
haces?”.
>>Observé
que me miraba con unos ojos inyectados en sangre que casi daban
miedo. Descendió las dos manos hasta alcanzarme las nalgas, me
atrajo hacia él y me susurró:
“Vas
a venirte conmigo, ¿verdad?”
“¿Adónde
quieres que vayamos?”
>>Aunque
no volvió a besarme, sus manos ascendieron por mis costados y me
hablaba rozándome sus labios en la piel. Me estremecía.
“Donde
podamos estar solos tú y yo”.
“Estamos
bien aquí, Santi”, le dije porque ya me gustaba cómo estábamos
bailando y lo cariñosas que sonaban sus palabras en mis oídos, pero
no me atrevía a irme con él en plena noche a ningún sitio.
>>Me
abrazó fuerte fuerte como si formara parte de los movimientos del
baile. Se me aceleraba el corazón. Continuaba diciéndome cosas
bonitas para halagarme. Un nuevo estremecimiento me recorrió la
columna y entones, tras acariciarme la cintura por debajo de la
camiseta y en un misterioso silencio, nos separamos, me tomó de la
mano y comenzó a caminar. En un principio me resistí. Pero él tiró
sonriéndome y dijo:
“Anda,
Penélope, no seas tonta, vamos”.
>>Y
consentí que me fuera llevando. En mi cabeza bullían y se mezclaban
dudas razonables. Aunque de algún modo me atraía, reflexioné que
el único motivo para estar con un tío del que se comentaban cosas
horribles que cuesta creer en un chico de veinte años y que tampoco
es que fuese tan guapo, era darle celos a Rafa. No pensaba que me
fuera a apetecer que me besara a solas en algún lugar alejado, ni
por supuesto que me hiciera otras cosas, y cuando pasamos a la altura
de mi primo y su chica, me detuve.
“No
te pares, vamos, camina”.
“¡Déjame!”,
le dije casi gritando.
>>Rafa
entonces nos miró, le pidió permiso a Palmira y acercándose a
nosotros increpó a Santi:
“¿No
la has oído?, capullo”.
“Oye,
tío, tú ocúpate de tus cosas”.
“Suelta
a mi prima ahora mismo si no quieres que te parta la boca”, le
amenazó Rafa en tono poco amistoso y con gestos de golpearlo si no
lo obedecía.
>>Yo
temblaba. No se me ocurría nada que decir. Y Santi, viendo que Rafa
hablaba en serio y era más fuerte que él, me soltó la mano,
alejándose con la ayuda de mi primo que lo empujó por el hombro.
>>Al
alejarse, el muy cerdo aún se atrevió a mirarme con cara de pocos
amigos, con un gesto como si quisiera dirigirme alguna advertencia.
>>Se
me escaparon las lágrimas y Rafa, tomándome del antebrazo, me dijo
muy serio:
“Anda,
vete con Montse. Mañana ya hablaremos tú y yo”.
>>”Será
asqueroso”, pensé.
PAULA-
Imaginabas que iba a quedarse contigo.
PENÉLOPE-
¿Cómo lo sabes? La tonta de mí albergaba en el fondo del corazón
esa esperanza.
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario