jueves, 18 de diciembre de 2014

ENTREVISTA XVIII
Se nos acerca el camarero de los rizos con una bandeja en que porta canapés. Nos los ofrece y le damos las gracias. Pe moviendo su cabeza en sentido negativo. Yo tomando uno de queso y anchoa que me comeré de un solo bocado.
PAULA- No será que ya entonces no te conformabas con cualquier cosa -le digo sonriendo.
PENÉLOPE- Juzga tú misma. Esperaba las fiestas del pueblo con verdadero alborozo. El primer disgusto -aún pequeño disgusto- me llegó cuando mamá, después de sus cariñosos besos e interesarse por lo bien que me lo estaba pasando, me advirtió, al comentario sin malicia de mi abuela sobre el mucho tiempo que pasaba con Rafa y lo bien que nos entendíamos:
“No quiero que andes con tu primo”
“Pero, ¿por qué?, mamá”                                                  
“Es muy mayor para ti”.
“Solo me lleva cuatro años, papá te lleva ocho”.
“¿A qué te refieres con que solo te lleva cuatro años? No estaréis saliendo”.
“Mamá, por favor, es divertido y lo pasamos bien juntos. No tengo ningunas ganas de novios”.
>>Le mentía, porque en el fondo de mi corazón, yo ya consideraba a Rafa mi primer y único novio.
PAULA- ¿Y él a ti?
PENÉLOPE- Incluso hoy dudo de las verdaderas intenciones que lo animaban a salir conmigo.
PAULA- ¿Resultaron divertidas las fiestas?
PENÉLOPE- Las peores con diferencia de toda mi vida. Soy muy romántica y soñaba que en el baile de la verbena Rafa me sacase a bailar y, aunque no bailásemos como nos gustaría, poder transmitirnos a nosotros mismos en público lo que sentíamos el uno por el otro.
PAULA- Y que os vieran, claro, algo que a él puede que no le interesase demasiado. Pero por lo que veo, el muy sinvergüenza no sacó a su primita a bailar.
PENÉLOPE- No te burles, Paula. Me dolió mucho no solo que no me sacara a bailar si no que bailara y muy pegadito, dándose un buen lote como me insinuaba mi prima con intención de chincharme, con Palmira, una chica de diecisiete, dos más que yo, guapa y bastante quedona con los tíos pero que tampoco es que fuera para tirar cohetes. Mientras me mordía los labios de rabia al verlos bailando delante de mis narices ya sospeché que ellos fueran novios y, aunque entonces me lo negó, lo cierto es que hoy es la madre de su hijo.
PAULA- ¿Su esposa?
PENÉLOPE- Su ex. Acaban de divorciarse.
PAULA- Pobre, Penélope. Te compadezco. Sé cómo se sufre a los quince si ves al chico que amas con otra chica.
PENÉLOPE- No creas que me quedé de brazos cruzados. Santi, un chico del pueblo con el que no había cruzado una palabra en mi vida se acercó a pedirme que bailara con él. Iba a negarme porque ninguna de mis amigas bailaba, pero miré de reojo a mi primo y al verlo diciéndole a su novia algo que la hizo reír, coloqué mis manos sobre los hombros de Santi y comenzamos a bailar.
>>Era la primera vez que bailaba agarrada con un chico y puede que me moviera a lo pato.
“No te preocupes, tú deja que te lleve” -me dijo Santi con un tono pícaro de voz cuando tuve que disculparme por un torpe pisotón, ciñéndome bien ceñida por la cintura.
>>Le extrañaba que nunca hubiéramos hablado. A mí, en cambio, no me extrañaba porque tenía muy mala fama en el pueblo, pero me limité a sonreír porque no iba a decirle que lo tachaban de golfo.
PAULA- ¿Era mayor que tu primo?
PENÉLOPE- Parecía más joven, pero si tanto te importan las edades...
PAULA- No me importan, simplemente me orientan.
PENÉLOPE- Según el propio Rafa le sacaba un año o dos, así que andaría por los veinte o veintiuno.
PAULA- ¿Estaba bueno?
PENÉLOPE- No estaba mal, aunque era algo más bajo que yo. Lo que sí te digo es que bailaba de un modo bastante descarado. Sin apenas moverse pero subiendo una de sus manos por la espalda como si quisiera comprobar si llevaba puesto sujetador y una vez a esa altura, presionando, rozaba mis pechos en el suyo mientras su otra mano descendía y presionaba también. Yo procuraba porfiar con los codos para mantenerlo alejado, avergonzada de percibir su erección cuando introducía de manera exagerada su muslo derecho entre mis piernas. Pero en uno de los giros mis ojos se encontraron con los de Rafa e instintivamente (te lo juro) extendí los brazos en torno a su cuello. Sentía una intensa satisfacción observando odio y celos en la mirada de mi primo.
>>En cambio a Santi debí de ponerlo muy cachondo. Aprovechando que la camiseta que vestía me quedaba corta, accionó con sus dedos para colocarlos directamente sobre la carne de mi cintura. Incluso, el muy atrevido, coló las puntas bajo el ribete de mis shorts. Comenzaba a disfrutar con el baile. Me estaba adaptando muy bien a su ritmo. Debo reconocer que cuando quería bailaba de maravilla y yo me abandonaba como una pluma en sus brazos. Había conseguido ponerme muy caliente.
PAULA- Eso no resulta muy difícil, Pe.
PENÉLOPE- Mira que eres mala.
PAULA- No, sincera. Aunque te confieso que a mí tampoco cuesta mucho excitarme si las circunstancias lo propician.
PENÉLOPE- Lo propiciaban. Aunque yo no dejaba de ser una chiquilla ingenua y Santi un tío un poco canalla con el que me daban miedo ciertas licencias.
PAULA- Nadie lo diría.
PENÉLOPE- Me cegaban las ganas de chinchar a Rafa. Recuerdo que Santi comentó algo gracioso que me hizo reír como pocos minutos antes había visto reírse a Palmira.
“Te pones muy guapa cuando te ríes”, me dijo, y otro piropo atrevido sobre mis grandes y carnosos labios que me ruborizó.
“También te favorecen estos colores”, y pellizcó un moflete para luego abrazarme.
>>Pensé que quizá no fuera tan gamberro y los comentarios en su contra se debieran a gente que no lo quiere bien. Me colocó el pelo detrás de las orejas mientras yo lo miraba embelesada como una boba. Luego juntó su cara a la mía que debió enrojecerse aún más pero tampoco le puse pegas. Comenzaron a aletearme mariposas en la boca del estómago. A veces descendía uno de sus dedos por mi columna vertebral y entonces mis brazos presionaban su espalda como si tuviera miedo a caerme. Aunque mientras bailábamos tan pegados, cuando colocó sus labios sobre mi mejilla y me besó, alejé mi rostro hacia atrás y le dije:
“¿Qué haces?”.
>>Observé que me miraba con unos ojos inyectados en sangre que casi daban miedo. Descendió las dos manos hasta alcanzarme las nalgas, me atrajo hacia él y me susurró:
“Vas a venirte conmigo, ¿verdad?”
“¿Adónde quieres que vayamos?”
>>Aunque no volvió a besarme, sus manos ascendieron por mis costados y me hablaba rozándome sus labios en la piel. Me estremecía.
“Donde podamos estar solos tú y yo”.
“Estamos bien aquí, Santi”, le dije porque ya me gustaba cómo estábamos bailando y lo cariñosas que sonaban sus palabras en mis oídos, pero no me atrevía a irme con él en plena noche a ningún sitio.
>>Me abrazó fuerte fuerte como si formara parte de los movimientos del baile. Se me aceleraba el corazón. Continuaba diciéndome cosas bonitas para halagarme. Un nuevo estremecimiento me recorrió la columna y entones, tras acariciarme la cintura por debajo de la camiseta y en un misterioso silencio, nos separamos, me tomó de la mano y comenzó a caminar. En un principio me resistí. Pero él tiró sonriéndome y dijo:
“Anda, Penélope, no seas tonta, vamos”.
>>Y consentí que me fuera llevando. En mi cabeza bullían y se mezclaban dudas razonables. Aunque de algún modo me atraía, reflexioné que el único motivo para estar con un tío del que se comentaban cosas horribles que cuesta creer en un chico de veinte años y que tampoco es que fuese tan guapo, era darle celos a Rafa. No pensaba que me fuera a apetecer que me besara a solas en algún lugar alejado, ni por supuesto que me hiciera otras cosas, y cuando pasamos a la altura de mi primo y su chica, me detuve.
“No te pares, vamos, camina”.
“¡Déjame!”, le dije casi gritando.
>>Rafa entonces nos miró, le pidió permiso a Palmira y acercándose a nosotros increpó a Santi:
“¿No la has oído?, capullo”.
“Oye, tío, tú ocúpate de tus cosas”.
“Suelta a mi prima ahora mismo si no quieres que te parta la boca”, le amenazó Rafa en tono poco amistoso y con gestos de golpearlo si no lo obedecía.
>>Yo temblaba. No se me ocurría nada que decir. Y Santi, viendo que Rafa hablaba en serio y era más fuerte que él, me soltó la mano, alejándose con la ayuda de mi primo que lo empujó por el hombro.
>>Al alejarse, el muy cerdo aún se atrevió a mirarme con cara de pocos amigos, con un gesto como si quisiera dirigirme alguna advertencia.
>>Se me escaparon las lágrimas y Rafa, tomándome del antebrazo, me dijo muy serio:
“Anda, vete con Montse. Mañana ya hablaremos tú y yo”.
>>”Será asqueroso”, pensé.
PAULA- Imaginabas que iba a quedarse contigo.
PENÉLOPE- ¿Cómo lo sabes? La tonta de mí albergaba en el fondo del corazón esa esperanza.
...




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